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Bolivia: Evo Morales y el referéndum del 2016

by Emelio Betances
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El 21 de febrero del 2016, el Gobierno boliviano organizó un referéndum para pedir a la población que votara por una reforma constitucional que haría posible que el presidente Evo Morales se postulase en las próximas elecciones a celebrarse en el país. Sin embargo, Morales perdió por un pequeño margen y no podrá postularse a las elecciones del 2019. ¿Por qué perdió? ¿Significa esto que la derecha opositora se ha reconstruido hasta el punto que podría sobrepasar al partido oficialista, Movimiento al Socialismo (MAS), y tomar el poder, como ya ha ocurrido en Argentina, Brasil, y como planea hacerlo en Venezuela? Los medios de comunicación quieren persuadirnos de que la situación política en Bolivia refleja la realidad más amplia de los gobiernos progresistas en América Latina y que es cuestión de tiempo para que los gobiernos de derecha recuperen el poder. Si bien es cierto que el proceso político boliviano comparte varias características con los gobiernos progresistas de Venezuela y Ecuador, no refleja exactamente la realidad de estos países vecinos.

Veamos los paralelos: Evo Morales llegó al poder encumbrado en la ola de movimientos sociales a gran escala que se habían desarrollado desde los años noventa, y que en el año 2003 forzaron la renuncia del presidente neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada. Morales fue elegido presidente de Bolivia en diciembre del 2005. Reelegido en dos ocasiones, ha conducido un proceso de reforma constitucional, nacionalizado importantes recursos naturales y, como resultado, ha sido capaz de aplicar una serie de programas sociales que han reducido la pobreza de manera significativa (Oikonomías y Espinoza, 2014; Webber, 2013; Fuentes, 2014). A pesar de estos logros, vale la pena recordar que no hubo tal cosa como la nacionalización de los hidrocarburos. De hecho, fue la aplicación de una ley aprobada durante el gobierno de Carlos Mesa.

Curiosamente, este y el partido de Morales, el MAS, se habían opuesto a dicha norma, que determinaba que los beneficios del gas serían distribuidos (82/18) entre el Estado y las empresas privadas. Esto es lo contrario de lo que se había acordado durante el régimen de Gonzalo Sánchez de Lozada. De hecho, la llamada «nacionalización» fue en realidad un cambio en el contrato por el cual el Gobierno adquirió el 51% de las acciones de las empresas. No hubo expropiaciones o indemnizaciones. Cierto, el gobierno de Morales llama «nacionalización» al proceso de aplicación de la ley y lo presentó como un logro distintivo de su gobierno. Sin embargo, hubo otras nacionalizaciones durante ese gobierno que incluían las telecomunicaciones, la electricidad y las empresas de servicios de aeropuertos (Córdoba, 2016). Como Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador, Morales ha tenido que enfrentarse a Estados Unidos, cuyas políticas han tratado de socavar su gobierno.

De hecho, el Gobierno de Bolivia tuvo que expulsar al embajador de EE.UU. a causa de su apoyo abierto a la oposición política y, como consecuencia, las relaciones entre los dos países se deterioraron. Esta acción confirma la posición antiimperialista de Morales y fue aplaudida en los círculos del ala izquierda y progresistas. Sin embargo, al igual que sus socios en la región, Morales ha visto su popularidad erosionarse como lo demuestran los resultados del referéndum, pero esta erosión no es tan profunda como en Venezuela, donde la oposición política ganó las elecciones parlamentarias por una gran mayoría en diciembre del 2015. A diferencia de Venezuela, donde la oposición política está tratando una vez más de promover una destitución del Presidente, en Bolivia el Gobierno fomentó un referéndum, el cual fue aprobado desde arriba por la Asamblea Nacional. Se planeó de tal manera que la cúpula política obtendría un período de recuperación si aparecía un resultado negativo. Vale la pena recordar que no hubo recogida de firmaspara pedir el referéndum. La población estuvo relativamente tranquila, ya que no era el tipo de referéndum o reforma que se había exigido desde abajo. Estas demandas probablemente habrían incluido el sistema judicial, que parece estar peor que antes de la asunción de Morales (Córdova, 2016).

En la actualidad, algunas organizaciones masistas están proponiendo un nuevo referéndum sobre la reforma del sistema de justicia; sin embargo, esta es una forma indirecta de volver a la cuestión de la reforma de la Constitución para que Morales acceda nuevamente a la presidencia. La campaña del Gobierno para el referéndum no fue muy prudente. Por ejemplo, había un video en el que el vicepresidente, Álvaro García Linera, chantajeaba a los asistentes en una reunión en la que dijo: «Si ustedes no votan por nosotros, no se cumplirá el programa Evo Cumple». Se rumorea que se pidió a los funcionarios públicos que hicieran contribuciones monetarias para pagar la publicidad. Al parecer, el Gobierno dividió el país en regiones y prácticamente forzó a los burócratas a hacer campaña porque, de lo contrario, serían despedidos de sus puestos de trabajo (Córdoba, 2016). La televisión estatal promovió la campaña del referéndum de una manera que lo desplazó del debate nacional y, en su lugar, se centró en Morales y sus políticas. De hecho, el propio Morales dijo que «el referéndum nos dirá si el pueblo me quiere o no».

De hecho, las encuestas siguen mostrando que la gente lo quiere y valora su gobierno y apoya el proceso político, pero muchos no quieren su reelección. Por ejemplo, una encuesta publicada el 4 de abril del 2012 muestra que el 57% aprobaba su administración y solo el 37% la desaprobaba. En las zonas urbanas el 51% lo aprueba frente al 69% de los residentes en entornos rurales (IPSOS, 4 de abril del 2016). La oposición política aprovechó el desplazamiento del referéndum, pero no centró su campaña en la Constitución o las desventajas de un gobierno prolongado en un país con instituciones políticas débiles y una cultura política neopatrimonialista. En su lugar, concentró su campaña en la exnovia de Morales, Gabriela Zapata. Supuestamente trabajó para CMCA, una empresa china con bastante éxito en obtener contratos del Gobierno para luego subcontratar a otras empresas. La oposición política afirma que Zapata tenía una oficina en un edificio del Gobierno y que desde allí proporcionaba información confidencial a la compañía. Morales no manejó bien el asunto. Según los informes, declaró a la prensa que no había visto a su exnovia desde la muerte del hijo de ambos en el 2007. A continuación, la prensa publicó una foto del año anterior en la que aparecían juntos y Morales dijo que la mujer de la foto le «parecía familiar». Fue realmente extraño que dijera tal cosa acerca de la madre de su hijo. No hay duda de que esta «telenovela» influyó en los resultados del referéndum y, por lo tanto, sirvió a los intereses de la derecha (Córdova, 2016). El Gobierno perdió el referéndum, pero no fue un desastre político. La oposición no tiene la fuerza que posee en Venezuela, Argentina o Brasil. A pesar de que la oposición en Bolivia es bastante irracional, no patrocinaría una destitución del Presidente, ya que, sin duda, perdería.

Sin embargo, vale la pena señalar que estar en el poder durante un largo período ha cambiado a Morales. Por ejemplo, el año pasado se negó a dialogar con un comité de Potosí que visitó La Paz después de dirigir una marcha para exigir la atención del Gobierno. Si bien es cierto que los demandantes pedían la solución de los problemas locales que necesitan ser abordados a nivel departamental, Morales podría haberlos recibido. Curiosamente, en la ciudad de Potosí, capital del departamento del mismo nombre, el MAS ha ganado de forma sistemática, pero recibió menos del 20% de los votos emitidos en el referéndum. Las cifras de la  votación para todo el departamento son aún más bajas (Córdova, 2016). El pasado abril una nueva marcha fue a La Paz, esta vez dirigida por personas discapacitadas, a pedir un aumento de sus pensiones. Reciben 1,000 bolivianos al año, pero quieren 500 al mes. Una vez más, se negó a recibirlos con el argumento de que la oposición política manipula a los peticionarios y que el Gobierno no tiene los recursos para responder a sus demandas. Morales ha sido criticado por haber perdido el contacto con las necesidades de la población y algunos argumentan que se ha distanciado de ellos. Este comportamiento tiene consecuencias políticas y apunta a ampliar la brecha entre gobernantes y gobernados. Lamentablemente, hasta ahora no hay indicios de que el gobierno de Morales haya aprendido la lección política impartida por el referéndum. Esta tendencia puede ser peligrosa debido a que un giro a la derecha por parte del MAS y del Gobierno puede arruinar el proceso político boliviano. La derecha opositora enarbola la derrota del Gobierno en el referéndum como su victoria. Sin embargo, es improbable que vaya a obtener un amplio apoyo de la gente. Los partidos políticos de derecha, los estadounidenses o la campaña anti-Evo no pueden reclamar la victoria en el referéndum. La gente no cree en las ilusiones que sus campañas políticas fabrican. Si bien es cierto que hay un «efecto latinoamericano» que se deriva de victorias en Venezuela y Argentina, y del golpe de Estado de Brasil, no hay que olvidar que la sociedad boliviana está muy politizada, quizás políticamente madura.

Es cierto que puede ser manipulada como cualquier otra sociedad, pero es dudoso que la derecha pueda hacerlo en este momento (Córdova, 2016). Es muy cuestionable que se pueda crear en Bolivia un fenómeno Mauricio Macri (político neoliberal que ganó las elecciones presidenciales de diciembre del 2015 en Argentina). El problema no es blanco y negro, sino más bien gris; Morales en sí mismo no es el proceso; comenzó antes de que él entrase y es probable que sobreviva después de su salida del gobierno. Teniendo en cuenta la historia reciente de Bolivia, no está claro que la derecha pueda reunir suficiente poder electoral para revertir las reformas producidas durante los años de Morales en el poder. En la actualidad, en el proceso político de Bolivia, la derecha no tiene alternativas reales. No fueron capaces de construir una campaña para el No Vote basada en las divisiones sociales (Este-Oeste, criollo-indio, moderno-tradicional), ya que no habría sido conveniente para sus intereses. Bolivia es un país donde el liderazgo es importante, pero los líderes creíbles de la derecha son muy pocos. Revisemos los más significativos: 1) Rubén Costas, gobernador de Santa Cruz, no tendría el apoyo de la población andina, pero sí la aprobación de la élite blanca agroindustrial en las tierras bajas. 2) Samuel Doria Medina es un hombre de negocios al que no le ha ido bien en las elecciones y al que le falta el carisma necesario. 3) Jorge «Tuto» Quiroga, exvicepresidente de Hugo Bánzer y un favorito de la «trinidad maldita» (Organización Mundial del Comercio, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) no tendría el apoyo de la izquierda anti-MAS. 4) Luis Revilla, alcalde de La Paz que está a la derecha del MAS, no es un político de derecha, aunque podría aliarse con la derecha.

Todos estos políticos son locales, pertenecen al viejo orden y no parecen tener la capacidad de construir puentes políticos en una sociedad llena de tensión. Dadas estas circunstancias, parece concebible que la oposición política derechista se desinfle tarde o temprano. Sin embargo, vale la pena recordar que hay intereses poderosos, locales e internacionales, que quieren recuperar el poder político perdido hace 10 años. Si hay una lección que aprender es que la ampliación de la brecha entre gobernantes y gobernados debe ser reducida por el gobierno de Morales, pero no hay indicios de que se esté trabajando en esta dirección. En cualquier caso, el resultado del referéndum es lo mejor que la derecha ha sido capaz de obtener en la última década. En ese sentido, Eduardo Córdoba hace la siguiente comparación: «es como la victoria de fútbol de Bolivia contra Argentina 6 a 1: después de la victoria, Bolivia volvió a perder como en el pasado». Nota. Traducción del inglés al español realizada por Giselle Rodríguez Cid.


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