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Carl Sandburg y el sueño americano

by Pierre Schori
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En un hermoso día de agosto de 1959, el primer ministro sueco Tage Erlander invitó a un poeta estadounidense a su residencia. Se trataba de Carl Sandburg, descendiente de suecos y propuesto para el Premio Nobel de Literatura por Ernest Hemingway y Harry Martinson, entre otros. Cinco años después, un futuro premio Nobel de Literatura llamó a la puerta del poeta. El joven dijo de manera arrogante: «Eres Carl Sandburg. Soy Bob Dylan. Yo también soy poeta». Dylan tenía entonces 26 y Sandburg 84.

La historia de Carl Sandburg es la historia de una América en cambio dinámico, duro y esperanzador a la vez, rechazante e invitador, pesadilla y sueño. También es una odisea americana sobre la ruptura de un joven inmigrante con la familia y la pobreza, impulsado por un anhelo de libertad y una inquebrantable fe en el futuro, dotado con una rara combinación de aguda observación, pluma afilada y poética, marcada por la solidaridad y la justicia social, la lucha de clases y el amor. Todo esto está en su innovador poema épico de liberación popular: El pueblo, sí.

Creció en la pequeña ciudad de Galesburg, cerca del ruido del explosivo desarrollo de Chicago. Esto le dio el material inicial para escribir. Comenzó su camino de vida como un vagabundo registrando las condiciones de vida de sus semejantes en anécdotas y artículos, poemas y canciones. Con apenas veinte años, firmó como soldado voluntario para liberar a Cuba de la ocupación española. Luego fue estudiante, vendedor ambulante, periodista, conferencista y poeta.

Carl se llamó a sí mismo buscador y forastero, cantante y vagabundo. Nunca abandonó su afinidad y solidaridad con el emigrante y el vagabundo, con los desafortunados hijos de la sociedad, “que mueren sin haber vivido”. Mantuvo la perspectiva de abajo y desconfió del poder. Fue «un radical» toda su vida. Carl se convirtió en el primer ombudsman de tiempo completo en el creciente movimiento obrero socialdemócrata. Conoció el amor de su vida y camarada, la intelectual socialista Lilian Steichen, en la oficina del partido. Con su trabajo dedicado, contribuyó a lo que fue la era dorada de la socialdemocracia americana.

Diez años más tarde, cuando el presidente Woodrow Wilson declaró la guerra contra Alemania en abril de 1917, Carl abandonó el Partido Pacifista. En el siguiente año pasó unos meses en Suecia como corresponsal de guerra con la tarea de cubrir la rebelión finlandesa después de la victoria de los bolcheviques en Rusia.

Carl se convirtió en alma gemela de Joe Hill y Jack London, y luchó contra una figura destacada en el primer movimiento aislacionista de América, otro descendiente sueco, el aviador Charles Lindbergh. El presidente Roosevelt lo invitó a convertirse en miembro del Congreso, discrepó del presidente Eisenhower sobre “el socialismo sueco y el pecado”, apoyó a John F. Kennedy y el movimiento por los derechos civiles de los negros y se comprometió contra la política confrontacional y la amenaza nuclear de la Guerra Fría.

Sandburg está entre los poetas americanos que a menudo eran citados por Olof Palme, así como también mucho más tarde por Barack Obama en su autobiografía Una tierra prometida. El trabajo de Carl Sandburg nos da un conocimiento singular sobre un país que busca su alma y explora su sueño en un tiempo revolucionario. Conocía su país de memoria, como escribió Rebecca West en el prefacio de la selección de sus poemas.

Prácticamente todo lo que Sandburg hizo, observó y documentó tiene relación con la actualidad política estadounidense y sueca. Mi propio sueño americano comenzó temprano en coloridos libros de cómic y en revistas de ciencia ficción y cine, importadas por una tabaquería globalizada E Odisea americana sobre la ruptura de un joven inmigrante con la familia y la pobreza 38 cerca del pequeño hotel de mis padres, en Norra Vallgatan, en Malmö. Con el tiempo, los cómics y las revistas dieron paso a los libros. Siendo estudiante de bachillerato, trabajé como suplente, en Navidad, por un par de años en la bien surtida Librería Lundgren, de Södergatan. Pude leer en secreto a John Steinbeck y Ernest Hemingway. En Al este del Edén, Steinbeck mezcló un conmovedor drama familiar con descripciones tentadoras de fresas salvajes y piel de mujer, mientras que Hemingway conjuraba imágenes duras en textos abreviados sobre toreros y mafiosos, pesca de tiburón y safaris, luchas antifascistas y hombres sin mujeres.

Más tarde vinieron otros ídolos: Studs Lonigan de James T. Farrell, El guardián entre el centeno de J. D. Salinger, Las imágenes oscuras de Chicago de Nelson Algren, el poeta residente de Harlem Langston Hughes, los beatniks Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg en la genial California. Tal como Bob Dylan, estas tres mentes poéticas libres se inspiraron en Walt Whitman y Sandburg.

¿Quién puede olvidarlos luego de leer poemas como «América» de Ginsberg?: América te he dado todo lo que tengo y ahora soy nada. América dos dólares y veintisiete centavos. Enero 17, 1956.

[…]
América ¿cuándo terminará la guerra humana? Vete a la mierda con tu bomba atómica.
[…]
América son ellos los malos rusos. Ellos rusos ellos rusos y ellos chinos. Y ellos rusos. Rusia quiere comernos vivos. El poder ruso es una locura. Ella quiere sacar nuestros autos de nuestras cocheras. Ella quiere tomar Chicago. Ella necesita números del Reader´s Digest Rojo1.
[…]

Con el tiempo, Carl Sandburg y su El pueblo, sí se convirtió en mi favorito, con su lenguaje concentrado y caleidoscópico, su poético brillo y su aspereza popular. Sandburg, como Whitman, su modelo, abrió nuevos caminos al mezclar las melodías de rejas y baladas. La adquisición del libro por 26 coronas y 10 centavos en 1958 fue un importante paso en mi naciente visión del mundo. En otras dos colecciones, Poemas del Medio Oeste y Poemas de Chicago, Sandburg presenta también su pathos radical y su compromiso político. Vio “el gánster matar y salir libre para matar otra vez”, vio el hambre en los ojos de los niños y de los hombres y mujeres agotados de la clase trabajadora. Pero también vio otra América posible. Cuando Steinbeck permitió a su protagonista en Al este del Edén condenar el siglo XIX —”Al diablo con el podrido siglo 19”— Sandburg escribió en “Pradera”: «Yo hablo de nuevas ciudades y nueva gente. Te digo, el pasado es un balde de cenizas».

Nota

1 Traducción de Marcos Gutiérrez, https://revistaliterariamonolito.com/traduccion-del-poema-america-deallen-ginsberg-por-marcos-gutierrez/.


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