El 16 de junio pasado se celebraron los cien años del Bloomsday. Para los que están familiarizados con la novela Ulises, esta fecha debe resultar tan memorable como para un físico la tarde en que le cayó a Newton la manzana en la cabeza. El Bloomsday es la celebración del día en que se sitúa todo el desarrollo de la novela Ulises, del escritor irlandés James Joyce, una de las obras que más ha influido la literatura de todas las lenguas. Las técnicas empleadas en cada capítulo han sido adoptadas por cientos de escritores y se han incorporado a la música, al teatro, al cine y a la cultura popular. El Bloomsday –día de Bloom– se festeja desde hace casi 50 años.
Se le llama así por el apellido del protagonista del Ulises, Leopold Bloom, aunque también se trata de un juego de palabras que involucra Doomsday –que significa día del juicio final– y Bloomsday –que traducido literalmente significa día del florecer–. Este año pasado, admiradores de la novela celebraron masivamente el centenario. De un evento sencillo que incluía rituales tales como beberse una cerveza en el hotel Ormond1 o emprender la lectura de la novela, se ha pasado a un evento multitudinario, que en esta ocasión incluyó estrenos de películas, documentales, simposios, puestas en escena de obras, exposiciones itinerantes y reediciones del libro. En Dublín la celebración comenzó el 1 de abril y finalizó el 30 de agosto. En la mañana del 16 de junio los organizadores ofrecieron un desayuno gratis, en la calle O´Connell, para 10,000 turistas procedentes de todo el mundo.
Durante el transcurso del día se dictaron entusiastas conferencias y se leyeron pasajes de la obra. La presidenta de Irlanda, Mary McAleese, asistió a una de estas lecturas. Figurantes ataviados como los personajes de la obra se paseaban entre la multitud que aprovechaba para fotografiarlos y aplaudir sus representaciones. Además, las calles, los edificios municipales y los monumentos que se mencionan en la obra fueron restaurados y adornados con elementos alusivos a la época. De noche, en una pantalla gigante ubicada sobre el río Liffey, se presentaron imágenes de Joyce y poco después la película Ulises, de Joseph Strick. Con los años, la fama del Ulises ha aumentado considerablemente. Se han vendido millones y millones de ejemplares, ventas inicialmente estimuladas primero por prohibiciones y censuras, y posteriormente hasta por el visto bueno de personalidades y artistas influyentes. Los artistas y los intelectuales de renombre siempre suelen colocar al Ulises entre sus cánones literarios.
Hay cientos de biografías y estudios lingüísticos realizados por mentes tan lúcidas como la de Carl Jung o la de Umberto Eco. Al parecer, resulta de buen gusto y signo de intelectualidad evidente colocar Ulises en una biblioteca, aunque haya sido en el pasado un libro acusado de obscenidad. Tan sólo hay que pensar en las 721,620 libras esterlinas (casi un millón y medio de dólares) que se pagaron hace poco por una carta original de Joyce, o en las últimas películas referentes a sus obras que han sido protagonizadas por astros del cine2. Ante todo esto, la pregunta obligatoria es ¿se está leyendo el libro o el libro es un pretexto para impulsar 62 Arriba, James Joyce. A la derecha, la estatua del autor de Ulises en O’Connell St., apodada “Prick with the Stick”. Página anterior, tumba de Joyce en Zurich, por Ian MacCandless.. E l 16 de junio pasado se celebraron los cien años del Bloomsday. Para los que están familiarizados con la novela Ulises, esta fecha debe resultar tan memorable como para un físico la tarde en que le cayó a Newton la manzana en la cabeza. El Bloomsday es la celebración del día en que se sitúa todo el desarrollo de la novela Ulises, del escritor irlandés James Joyce, una de las obras que más ha influido la literatura de todas las lenguas. Las técnicas empleadas en cada capítulo han sido adoptadas por cientos de escritores y se han incorporado a la música, al teatro, al cine y a la cultura popular. El Bloomsday –día de Bloom– se festeja desde hace casi 50 años. Se le llama así por el apellido del protagonista del Ulises, Leopold Bloom, aunque también se trata de un juego de palabras que involucra Doomsday –que significa día del juicio final– y Bloomsday –que traducido literalmente significa día del florecer–.
Este año pasado, admiradores de la novela celebraron masivamente el centenario. De un evento sencillo que incluía rituales tales como beberse una cerveza en el hotel Ormond1 o emprender la lectura de la novela, se ha pasado a un evento multitudinario, que en esta ocasión incluyó estrenos de películas, documentales, simposios, puestas en escena de obras, exposiciones itinerantes y reediciones del libro. En Dublín la celebración comenzó el 1 de abril y finalizó el 30 de agosto. En la mañana del 16 de junio los organizadores ofrecieron un desayuno gratis, en la calle O´Connell, para 10,000 turistas procedentes de todo el mundo. Durante el transcurso del día se dictaron entusiastas conferencias y se leyeron pasajes de la obra. La presidenta de Irlanda, Mary McAleese, asistió a una de estas lecturas. Figurantes ataviados como los personajes de la obra se paseaban entre la multitud que aprovechaba para fotografiarlos y aplaudir sus representaciones. Además, las calles, los edificios municipales y los monumentos que se mencionan en la obra fueron restaurados y adornados con elementos alusivos a la época. De noche, en una pantalla gigante ubicada sobre el río Liffey, se presentaron imágenes de Joyce y poco después la película Ulises, de Joseph Strick. Con los años, la fama del Ulises ha aumentado considerablemente.
Se han vendido millones y millones de ejemplares, ventas inicialmente estimuladas primero por prohibiciones y censuras, y posteriormente hasta por el visto bueno de personalidades y artistas influyentes. Los artistas y los intelectuales de renombre siempre suelen colocar al Ulises entre sus cánones literarios. Hay cientos de biografías y estudios lingüísticos realizados por mentes tan lúcidas como la de Carl Jung o la de Umberto Eco. Al parecer, resulta de buen gusto y signo de intelectualidad evidente colocar Ulises en una biblioteca, aunque haya sido en el pasado un libro acusado de obscenidad. Tan sólo hay que pensar en las 721,620 libras esterlinas (casi un millón y medio de dólares) que se pagaron hace poco por una carta original de Joyce, o en las últimas películas referentes a sus obras que han sido protagonizadas por astros del cine2. Ante todo esto, la pregunta obligatoria es ¿se está leyendo el libro o el libro es un pretexto para impulsar 62 Arriba, James Joyce.A la derecha, la estatua del autor de Ulises en O’Connell St., apodada “Prick with the Stick”.
Página anterior, tumba de Joyce en Zurich, por Ian MacCandless.. toda una industria? La respuesta es ambigua. Por ejemplo, una de las organizadoras del Bloomsday responde que comenzó su lectura, pero que se le hizo complicado continuar. Esta repuesta es común, no solamente en los lectores, sino también en críticos y escritores reconocidos. Esto tiene antecedentes anecdóticos en una conferencia que el autor pronunció sobre Ibsen cuando tenía 18 años. Al concluir su ponencia, se oyó gritar: “¡Joyce, ha sido espléndido, pero estás loco de remate!”3. Aquellos que le aplauden y le celebran no lo hacen por propia convicción, sino más bien por un respeto que es similar al que se siente frente a una figura de poder. Acerca del Ulises, Joyce le escribió a un amigo: “He metido tantos enigmas y rompecabezas que tendrá atareados a los profesores durante siglos discutiendo sobre lo que quiere decir, y ese es el único modo de asegurarse la inmortalidad.”4 Esta profecía fue expresada de manera irónica y, como se puede observar, se ha impuesto. La intención del Ayuntamiento de Dublín es loable. Con este evento millonario se trata de incentivar la lectura del Ulises en un público acostumbrado a consumir novelas compradas en supermercados y películas de Hollywood. Una de las autoridades locales de la capital irlandesa decía que con estas actividades se trataba de recuperar el legado de uno de sus genios. Decir esto es acertado e inteligente, pero los escritos de Joyce muestran una dirección menos oficialista. Sus trabajos, y sobre todo el del Ulises, se fundamentan en críticas abiertas al nacionalismo, al catolicismo y a la mentalidad regional de sus contemporáneos irlandeses. Por esta razón resulta paradójico lo que hoy en día se ha convertido el Bloomsday, y la misma figura de Joyce.
Primera cita
Como génesis de estas celebraciones se halla un encuentro amoroso de vital importancia: la primera cita de Nora Barnacle con James Joyce. La cita tuvo lugar el jueves 16 de junio de 1904, día en que se desarrolla el Ulises. Pero elaboremos esto un poco. En el año 1904, Joyce cuenta con 22 años, acaba de retornar de París y ha comenzado la redacción de la novela Stephen Hero5. Anteriormente había realizado dos viajes a París donde había pasado la mayor parte del tiempo leyendo en bibliotecas. Durante la segunda estadía recibe la noticia de que su madre está al borde de la muerte. Ésta, después de una larga agonía, muere el 13 de agosto del año 1903. Como se observa en los primeros capítulos del Ulises, la muerte de Mary Jane Joyce afectaría notablemente al escritor, aunque no sólo lo haría de manera sentimental, sino también en otros planos existenciales; hasta se podría decir que su muerte se vincula a una crisis que Joyce estaba padeciendo en ese momento y que hallaría su resolución en el exilio. A lo largo de todo el Ulises se nota esa desorientación en Stephen Dedalus, el alter ego de Joyce (el apellido Dedalus hace referencia a dédalo o laberinto). El 10 de junio conoce a Nora Barnacle, una joven camarera de pelo cobrizo que provenía de una región irlandesa llamada Galway. Joyce la vio cuando ella caminaba sola por la calle Nassau. Se acercó tímidamente y le dirigió la palabra. Joyce llevaba puesta una gorra de navegante; ella, al ver ese detalle y sus ojos azules, supuso que se trataba de un marinero sueco. Acuerdan salir el 14 de junio, pero ella no asiste a la cita y deja plantado a Joyce en la esquina de Merrion Square.
Al día siguiente el escritor le envía la siguiente nota: “Debo estar ciego. Estuve mirando mucho rato una cabeza de cabellos rojo oscuro, pero llegué a la conclusión de que no eras tú. Me fui a casa completamente desconsolado. Me gustaría encontrarme contigo, pero tal vez no lo deseas. Espero que tengas la amabilidad de aceptar la cita ¡si es que no te has olvidado de mí!”6. Finalmente, Nora accede a salir. Se citan entonces el jueves 16 de junio de 1904. ¿Qué pasa el 16 de junio de 1904? ¿Por qué esa fecha es tan determinante para Joyce? Bueno, Joyce se enamora. Pero no sólo se enamora, sino que se siente correspondido y comprendido en un Dublín que cada día se le hacía más difícil de soportar. En su biografía sobre Joyce, Richard Ellmann anota: “Situar el Ulises en esa fecha fue el tributo más elocuente –aunque indirecto– que Joyce rindió a Nora: era un reconocimiento del efecto determinante que tuvo sobre su vida su relación con ella. El 16 de junio entró en contacto con el mundo que le rodeaba dejando atrás la soledad que siempre sintió desde la muerte de su madre. Más adelante le diría a Nora: ‘Tú hiciste de mí un hombre’. El 16 de junio fue el día que separó a Stephen Dedalus, el joven rebelde, de Leopold Bloom, el marido complaciente.”7 Desde ese día saldrían constantemente por las calles de Dublín. Nora, en los tiempos en que vivía con su tío en Galway, se vestía de hombre para encontrarse con 64 un muchacho del que estaba enamorada. No llegaría a esos extremos con Joyce, pero eso da a entender lo versátil y resuelta que era. Al recibir las pasionarias cartas que le mandaba el escritor, ella intentaba responderle con ingenio y en cierta ocasión lo hizo con una carta copiada de algún manual de correspondencias. Dicha carta fue analizada por Joyce y un amigo hasta que se percataron del engaño. Hay un pasaje del Ulises que transcurre en una cima denominada Howth, la cual ofrece una vista panorámica del mar, la ciudad y la bahía. Seguramente Nora y Joyce estuvieron durante esos días en ese sitio, y ese evento fue elaborado posteriormente en la novela. El pasaje es el siguiente: “Escondidos bajo los helechos salvajes en Howth. Debajo de nosotros, bahía, cielo dormido. Ni un ruido. El cielo. La bahía violeta hacia la punta Lion. Verde junto a Drumleck. Verdiamarilla hacia Sutton. Campos submarinos, las líneas de un leve pardo en la hierba, ciudades sepultadas. Haciendo almohada de mi chaqueta ella tenía el pelo, tijeretas en las matas de brezo mi mano bajo su nuca me vas a desarreglar toda. ¡Oh prodigio! Blandafresca de lociones su mano me tocó, me acarició: sus ojos en mí sin apartarlos. Arrebatado yací sobre ella, sus carnosos labios abiertos, besé su boca. Ñam. Suavemente me dio en la boca la galleta de anís caliente y masticada. Pulpa nauseabunda que su boca había mascado dulce y agria con saliva. Alegría: la comí: alegría. Vida joven, sus labios que me dio en hociquito. Labios blandos, calientes, pegajosos, gelatinogomosos. Flores eran sus ojos, tómame, ojos aceptadores. Unos guijarros cayeron. Ella siguió tumbada. Una cabra. Nadie. Arriba entre los rododendros de Ben Howth andaba una cabra con paso seguro, dejando caer sus pasas. Emboscada tras helechos ella se rió en caliente abrazo. Locamente yací sobre ella, la besé: los ojos los labios, el cuello estirado, latiendo, pechos de mujer llenando su blusa de velo de monja, gruesos pezones erguidos.
Caliente la lamí. Me besó. Fui besado. Cediendo toda me alborotó el pelo. Besada, me besó.”8 Durante esos meses Nora procuraba reiterarle que estaba interesada en él, pero Joyce generalmente actuaba de manera excéntrica y le enviaba cartas donde con una sinceridad desaforada explicaba que rechazaba todo el orden social de la época. Nora hasta llegó a preguntarse si su novio estaba loco; sin embargo, siempre contestaba sus cartas afirmativamente. Estos reiterativos sí tendrían un valor sin precedentes en Joyce y en su obra, como por ejemplo en el último capítulo del Ulises –el famoso monólogo de Molly Bloom– que finaliza de la siguiente manera: “Y luego le pedí con los ojos que lo volviera a pedir sí y entonces me preguntó si yo quería sí decir sí mi flor de la montaña y primero le rodeé con los brazos sí y le atraje encima de mí para que él que me pudiera sentir los pechos todo perfume sí y el corazón le corría como loco y sí dije sí quiero Sí.”9 De esta manera acaba el Ulises, repitiendo los sí de Molly Bloom que se aseme 65 La familia Joyce en Feldkirch: James, Lucía y Nora Joyce. jan a los de Nora Barnacle en esos días, y mucho más aún si se piensa en el sí de mediados de septiembre, cuando Joyce le preguntó en una carta si estaba dispuesta a abandonarlo todo y partir al exilio con él. Francesca Romana Río, en su libro Vida y obra de James Joyce, comenta esta situación: “Cuando hacia mediados de septiembre Joyce propuso a Nora huir con él hacia las tierras del exilio, no le propuso al mismo tiempo pasar también por el ayuntamiento y por la parroquia antes de partir. Se sobreentendía que Nora aceptaba seguirlo libremente sin consagración ni legalización de un lazo que para Joyce era tanto más fuerte y válido cuanto más libre y contrastado. Su manera de actuar, de hecho, suscitó muchas críticas en un Dublín católico y victoriano. Nora fue considerada una mujer de baja estofa y él un desvergonzado presuntuoso.”10 Antes de su partida, Joyce le escribía a Nora cartas de este estilo: “Anoche. Mientras te esperaba, me sentí aún más inquieto. Me parecía estar librando por ti una batalla contra todas las fuerzas sociales y religiosas de Irlanda, y sentí que no tenía en qué apoyarme salvo en mí mismo. No hay vida aquí, ni moralidad, ni honestidad. La gente vive toda su vida bajo el mismo techo y al final están tan separados como siempre… El hecho de que puedas elegir así y ponerte a mi lado en mi azarosa vida me llena de orgullo y alegría. Permíteme, queridísima Nora, decirte lo mucho que deseo que compartas cualquier felicidad que me aguarde, y asegurarte mi gran respeto por ese amor tuyo que deseo merecer y corresponder.”
A finales de septiembre el viaje estaba decidido, aunque en alguna parte de su corazón Joyce pensaba que Nora, al igual que Evelin (protagonista de uno de los relatos de Dubliners), no se atrevería a subir al barco. Llega entonces el ocho de octubre, día en que la pareja abandona Dublín. Joyce logró reunir dinero suficiente para los pasajes de barco, pidiendo la colaboración de amigos y hasta de reconocidas figuras literarias. Como Joyce no quería que su padre supiera que se estaba escapando con una mujer de clase social inferior, deciden subir al barco por separado. Primero sube Joyce y al rato sube Nora. Richard Ellmann comenta lo que sucede después: “La pareja llegó a Londres. Ninguno de los dos confiaba plenamente en el otro. Cuando llegaron a la ciudad, Joyce dejó a Nora en un parque para ir a visitar a Arthur Symons. Ella creyó que nunca volvería. Pero no sólo volvió sino que, para sorpresa de sus amigos y tal vez de sí mismo, se quedó con ella para siempre. En cuanto a Nora, iba a ser tan sólida como una roca por el resto de sus días.”12
¿Mil años del Bloomsday?
Cada persona se define para siempre en un momento especial de su vida. Para San Agustín fue el momento en que entró a la fe cristiana. Para William Burroughs el disparo accidental con que mató a su esposa, luego de que ésta se pusiera un vaso en la cabeza y él fallara la puntería. Para James Joyce y Nora Barnacle fue el encuentro del 16 de junio de 1904. Por cierto, esta cita se relaciona con otro encuentro real que la literatura ha mitificado: el encuentro de Dante Alighieri con Beatriz dei Bardi. El poeta italiano la vio por primera vez cuando ésta tenía nueve años. Quedó enamorado, y cuando Beatriz murió se propuso decir de ella lo que jamás fue dicho de ninguna. Y lo hizo. Al igual que lo hizo Joyce en el Ulises y en diversos textos con respecto a Nora. ¿Perdurará el Ulises? ¿Se continuará leyendo en los próximos milenios? ¿O simplemente se quemará en un fuego tan voraz como el de la librería de Alejandría? Responder a esta pregunta es, más que todo, un ejercicio de fe o una apuesta. En el tercer capítulo del Ulises, Stephen Dedalus medita sobre la posteridad y observa el proceso: “Cuando uno lee esas extrañas páginas de uno que desapareció hace mucho uno se siente uno con uno que una vez.”13 Por más que se reconozcan las innovadoras técnicas y el carácter enciclopédico, hay un humanismo que recorre de extremo a extremo las 783 páginas del libro.
Ulises está llamado a perdurar y a ser enriquecido con los entusiastas lectores de cada nueva generación. Se puede tomar una tijera y recortar el libro, extrayendo el virtuosismo, las referencias personales y colectivas, los artificios de cada párrafo, y todavía se mantendrá una historia arquetípica y representativa de nuestra civilización. Con respecto al Bloomsday, creo que las conmemoraciones van a continuar por un largo tiempo, pero que con los años los joyceanos, como los conocemos hoy, van a ser cada vez menos, hasta extinguirse. El libro va a presentar otra perspectiva y se abrirá a nuevas posibilidades y a otros enfoques e interpretaciones. Yo apuesto a que Ulises va a perdurar más que Dublín. Yo apuesto al tiempo circular. Así como yo he de volver a escribir este artículo, Joyce y Nora van a volver a pasear juntos por las calles del Dublín de 1904.
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