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Eugenio Pérez Montás: “Este país es muy difícil; los intereses aplastan las buenas ideas”

by Carmen Ortega
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El programa de rescate de la ciudad colonial de Santo Domingo se inició de forma planificada hace 40 años. El arquitecto y urbanista Eugenio Pérez Montás ha sido uno de sus principales protagonistas, desde que en 1967 encabezó el Estudio Esso para Santo Domingo Colonial, patrocinado por la Esso Standard Oil, y que fue el marco fundamental que orientó el proceso iniciado por el presidente Joaquín Balaguer en el año 1966. Eugenio Pérez Montás es un prestigioso profesional experto en desarrollo comunitario. Ha sido profesor universitario desde 1959 y miembro fundador de importantes instituciones culturales, entre las que se destacan el Comité Dominicano del ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios) y del ICOMOS (Consejo Internacional de Museos). Desde el año 2000 es miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia. 

Pérez Montás es autor del libro La ciudad del Ozama, que presenta la historia urbana de Santo Domingo, y de una numerosa literatura arquitectónica de gran importancia. Actualmente dirige la Unidad Ejecutora para la Obra y Museos de la Catedral. Global conversó con el arquitecto Pérez Montás sobre sus proyectos actuales y experiencias, y repasó algunos de los pasos dados en estas cuatro décadas en las que organismos gubernamentales y no gubernamentales, profesionales de la restauración de monumentos y el sector privado y municipal, han venido interviniendo en la revalorización del patrimonio del centro histórico de la más antigua ciudad del Nuevo Mundo, hoy considerado como patrimonio mundial. Un proceso que, como ha de suponerse, ha tenido altibajos, es decir, períodos firmes y dinámicos, así como otros más oscuros e imprecisos.

¿Porqué tantas instituciones intervienen y tienen jurisdicción en el manejo de la Zona Colonial?

El tema institucional es capital en el tema de la conservación. Existen organismos nacionales, del Estado, para proteger el patrimonio cultural. En nuestro país la conciencia de la importancia de la conservación del patrimonio surge entre 1965 y 1970, período en que el doctor Joaquín Balaguer crea la Oficina de Patrimonio Cultural Oficina de Patrimonio Monumental, en la actualidad. En esta época también se realiza el primer inventario de obras para su protección y se ponen en marcha los programas de rescate de los monumentos. Aunque ya antes la gente sabía que existían estos monumentos y que eran importantes para mantener el sentido de identidad nacional, es en la época de Trujillo cuando se rehabilitan las primeras edificaciones históricas, el Alcázar de Colón y la iglesia de los Jesuitas hoy Panteón Nacional.

Al mismo tiempo que se crea la Oficina de Patrimonio Cultural, se crean instituciones privadas con el fin de colaborar con la protección de los monumentos. Las instituciones privadas, y así ha ocurrido aquí, juegan un papel sustantivo en la defensa del patrimonio cultural. En nuestro país, el Comité Dominicano del icomos y del icom no sólo han cumplido con esta tarea, sino que puede decirse que han orientado el trabajo. Asimismo se crea una oficina particularizada para el centro histórico de la ciudad de Santo Domingo: la Comisión de Monumentos, que dirigió el ingeniero Ramón Báez López-Penha (Moncito). Actualmente es un apéndice de la Oficina de Patrimonio Monumental.

Más adelante surgen otras instituciones para coordinar el trabajo de las que ya existen. Es el caso del Patronato de la Ciudad Colonial, que existe aún. Más recientemente se crea la Secretaría de Estado de Cultura, con una Subsecretaría de Patrimonio Monumental de la cual pasa a depender la Oficina de Patrimonio Monumental.

Tengo entendido que usted participó en la redacción de la ley que creó la Secretaría de Cultura.

Sí, participé como representante del prsc en el Consejo Nacional de Cultura, creado por el presidente Leonel Fernández en su primera administración, con la misión de redactar una ley que institucionaliza la administración de la cultura desde el punto de vista gubernamental. Esto no implica que se administre toda la cultura del país, sino simplemente se regule el papel del Estado en la promoción y la presentación de la cultura.

Uno de mis aportes personales a esta ley fue la creación de una subsecretaría dedicada a la promoción popular y a la participación de las juntas de vecinos de los centros históricos en la protección y conservación de los mismos, ya que en mi trayectoria profesional he acumulado gran experiencia en esta área.

Desde el Patronato de la Ciudad Colonial se dedicó mucho tiempo al programa de creación y organización de las juntas de vecinos.

Correcto. Este programa estuvo a cargo de la arquitecta Diana Martínez. La conservación de los monumentos implica la conservación de su entorno, de sus barrios, en los que está contenida la cultura inmaterial, que es una parte vital de los valores culturales.

En el proceso de revalorización de la Zona Colonial, ¿cuál ha sido el punto culminante?

Definitivamente, la declaratoria en 1992 de Santo Domingo como patrimonio mundial –la frase patrimonio cultural de la humanidad está mal utilizada–. El patrimonio mundial es una lista en la que se inscribe la ciudad, que responde a un convenio del cual el país es signatario y a través del cual el país se obliga a cumplir determinadas cosas.

¿Cuál ha sido el efecto de que la Zona Colonial esté bajo la jurisdicción de la Secretaría de Cultura?

La creación de la Secretaría de Cultura redujo la Oficina de Patrimonio Cultural a una oficina de tercera categoría en el orden jerárquico; es decir, en la línea de mando pasa a ser una dirección que depende de la Subsecretaría de Patrimonio, la cual a su vez depende del secretario de Estado. Sobre sus efectos, confieso que no estoy en capacidad de evaluarlo, pero mi percepción es que han sido negativos, ya que esta dependencia condiciona las actuaciones de un organismo técnico que conoce la teoría de la restauración y que, por tanto, la aplica con limitaciones.

¿Tiene poder real la Oficina de Patrimonio para regular las intervenciones en el centro histórico?

Las sub-regula precisamente porque no tiene poder para aplicar los planes y porque, además, los planes son inexistentes y otros organismos que tienen poder sobre el centro histórico han descubierto que esto es un filón que da fama y fortuna, por lo que han decidido aplicar la ley y actuar, verbigracia, el Ayuntamiento del Distrito Nacional. El Ayuntamiento como gobierno local decidió intervenir, pero no a través de la Oficina de Patrimonio –en la que había delegado sus poderes municipales– sino que ha decidido rescatar estos poderes y aplicarlos directamente, sin contar con los organismos técnicos capaces de hacerlo. El resultado es un conflicto que está latente y que ha puesto en juego la armonía necesaria para administrar un centro histórico declarado patrimonio mundial. 

¿Cuáles son todas las instituciones que intervienen en el centro histórico? 

Las más importantes son la Secretaría de Estado de Cultura, de quien depende la Oficina de Patrimonio; el Ayuntamiento del Distrito Nacional, de quien depende el gobierno de la ciudad y decide qué calles se peatonizan y cuáles se marcan; otorga los permisos de construcción y determina los colores y las alturas, y zonifica, martiriza, proclama, protesta… También está la Secretaría de Turismo, las compañías de teléfonos y electricidad, que tienen poderes que le otorgan convenios internacionales de los cuales el país es signatario a través del Gobierno central. Todas ellas estaban coordinadas por la Oficina del Patronato de la Ciudad Colonial. La situación actual es un caos.

¿De quién depende el Patronato?

 El Patronato dependía del Poder Ejecutivo, que fue quien lo creó, y lo financia hasta ahora. Es una oficina gubernamental que depende ahora de la Secretaría de Cultura directamente sin ninguna subsecretaría. Lo que sucede es que las instituciones hay que medirlas por los hombres que las dirigen. El presidente del Patronato es el arzobispo de Santo Domingo, quien dirigía la institución cuando la ciudad fue declarada patrimonio mundial y encabezó personalmente esta gestión. Sobre lo que quiero llamar la atención es que hay que restaurar la armonía institucional, ya que ahora se está tramitando un proyecto de ley para el control del centro histórico –exigido por la Convención de Patrimonio Mundial– y que, quizá, limite las facultades de la Secretaría, para la cual el centro histórico no es el proyecto principal, igual que no lo es para el Ayuntamiento. Esto se puede comprobar preguntando en estos organismos con cuántos expertos cuentan o cuál es su presupuesto para intervenir la zona. Esta armonía es algo fácil de lograr: solo se necesita buena voluntad, paciencia y sentido común.

Habló de la ausencia de planes, pero existe el Plan Lombardi, de reciente aprobación. 

El Plan Lombardi llamado de esta manera debido a la compañía italiana que ganó el concurso convocado por el bid es el resultado de las diligencias del Patronato, con el concurso de las demás instituciones, frente al Banco Interamericano de Desarrollo. Este plan consistía en una sucesión de proyectos para el manejo del centro histórico, y representaba la inversión de una suma cuantiosa de dinero que culminaría con la potenciación del mismo de forma que pudiera competir con otros de su misma categoría. La idea era conseguir 50 millones de dólares que se invertirían en infraestructura, vivienda y otros servicios, más que en restauración propiamente. Naturalmente, estos recursos abrieron el apetito y todo el mundo quería administrarlos. Así fue que se desplomó el sistema, se saturaron los procedimientos, y el cardenal, para facilitar las cosas, renunció a la participación del Patronato en el proyecto. Quedaron entonces tres instituciones, la Secretaría de Cultura, el Ayuntamiento y el Secretariado Técnico de la Presidencia (hoy Secretaría de Estado de Economía, Planificación y Desarrollo), las cuales no han podido ponerse de acuerdo. El plan se concluyó un año después de lo previsto y, a mi juicio, ya está contaminado, sus recomendaciones están superadas y yo diría que hay que engavetarlo. Pasa a ser parte de una cadena de documentos históricos, ya que en la actualidad el centro histórico necesita otra cosa. Esa otra cosa se está articulando alrededor de un organismo que han creado las instituciones mencionadas. Está creado, pero no ha funcionado porque no están puestos los elementos lógicos necesarios para que funcione, y porque las autoridades no acaban de entender que los centros históricos los administran los ayuntamientos u organismos autónomos, que es hacia donde yo me inclino.

¿Qué razones lo conducen a esta propuesta?

En nuestro país faltan muchos años de experiencia para que se consolide el poder municipal. El organismo de administración del centro histórico debe ser autónomo, aunque participen todos. Hay muchos años de experiencia puestos en marcha para que las cosas ya ocurran como debe ser. Pero este país es muy difícil, los intereses aplastan las buenas ideas y todo el que llega a una función pública, no es que olvide los antecedentes, sino que trata de humillarlos. Pero los antecedentes son más fuertes y gente como yo –modestia aparte–, que no tengo ningún interés particular, actúa con mayor fuerza y mayor libertad que los que están trabajando desde el poder público. Igual que lo hacen los miembros del icomos, o del icom o del docomomo. Existe un ejército de profesionales dominicanos con experiencia en el mundo de la conservación que están de acuerdo en lo que hay que hacer. El poder público no utiliza ese activo, no recibe sus recomendaciones ni aprovecha la energía que esos grupos ponen en marcha para la defensa del patrimonio. Yo recomendaría que la aprovechara; no se puede borrar, como se borra un diptongo de una palabra mal escrita en las páginas de un cuaderno descosido. Están ahí, se reúnen todos los años en los congresos anuales y seminarios, escriben artículos y generan opinión pública.

Háblenos un poco de la Catedral como eje de la rehabilitación de la Ciudad Colonial.

El proyecto Esso Santo Domingo Colonial definió –y así ha ocurrido porque era lo lógico– una ruta de intervención fundamentada un poco en la idea de turismo cultural, ruta que se extendía desde Las Atarazanas junto al Palacio Virreinal o Alcázar de Colón, continuaba a lo largo de la calle de las Damas (que también se llamaba calle de la Fuerza), cruzaba frente a las casas de gobierno –el Palacio de los Capitanes Generales y la Real Audiencia–; a la capilla de los Remedios –hoy un centro cultural–; a las casas antiguas de carácter gótico –cuyo conjunto forman el hostal–; a la Casa de los Jesuitas –donde se encontraba la Universidad de Santiago de la Paz y de Gorjón–, que es el Panteón de la Patria; cruzaba la calle mayor de la ciudad, la del Conde, con sus escalinatas que comunican con el puerto; hasta llegar a la Fortaleza; doblaba por la calle Pellerano Alfau (que se llamaba en esa época la calle de los Nichos) para desembocar en la Catedral. En esta primera ruta, la más importante por la gran cantidad de monumentos que une, el monumento capital es la Catedral de Santo Domingo. Pero la Catedral es un conjunto, la plaza mayor que es el corazón de la ciudad según los principios de la Carta de Atenas, la basílica y su claustro, lo que se llama el callejón y plazoleta de los curas.

¿Qué tipo de trabajos se realizan en este conjunto actualmente?

Los trabajos están enmarcados por dos hechos importantes que se van a conmemorar próximamente. Son dos aniversarios, el de la fundación de la Diócesis de Santo Domingo ocurrida en 1511 y el de la consagración de la Basílica en 1512. El arzobispo de Santo Domingo ha estructurado un programa en torno a estos acontecimientos, que incluye intensificar la conservación de la Catedral y su entorno, reforzando el criterio que ha sido puesto en práctica desde hace más de 40 años. Las obras que se contemplan son: el mejoramiento del Qué tipo de trabajos se realizan en este conjunto actualmente? Los trabajos están enmarcados por dos hechos importantes que se van a conmemorar próximamente. Son dos aniversarios, el de la fundación de la Diócesis de Santo Domingo ocurrida en 1511 y el de la consagración de la Basílica en 1512. El arzobispo de Santo Domingo ha estructurado un programa en torno a estos acontecimientos, que incluye intensificar la conservación de la Catedral y su entorno, reforzando el criterio que ha sido puesto en práctica desde hace más de 40 años. Las obras que se contemplan son: el mejoramiento del entorno inmediato, plazas y calles que rodean el conjunto, incluyendo el mejoramiento del tránsito; la conservación de sus estructuras; la climatización de la Basílica, y la creación del Museo de la Catedral. Es un proyecto muy bonito que dirijo desde la Unidad Ejecutora, que es el punto de contacto con la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado y que cuenta con la supervisión de Tecnoamérica.

Cuéntenos un poco sobre el Museo de la Catedral. 

El museo estará alojado en el edificio de la Real Cárcel, sobre la calle Arzobispo Meriño, el cual data del siglo xvi. Existe un equipo de restauradores, dirigidos por José Miura, que están catalogando más de 300 piezas y obras de arte. La urbanística colonial colocaba alrededor de la Plaza de Armas o Plaza Mayor los edificios de gobierno, que generalmente eran tres: el edificio del Ayuntamiento de la ciudad, el poder municipal; el edificio del gobierno del territorio, y la Catedral. Además estaba la cárcel pública. En Santo Domingo este desarrollo urbano empezó de otra manera. En mi libro La ciudad del Ozama describo cómo el centro de la ciudad se encontraba cerca del desembarcadero, por esto se construyen ahí el Alcázar, las Casas Reales y la sede de la primera orden mendicante, el convento de los Franciscanos. Esa era la plaza que empezaba en la cañada, y que por la geografía del lugar se llamó plaza de Abajo, hasta que, a partir de 1520, se llamó plaza del Cordón debido a la construcción de la Casa del Cordón o Casa del Contador.

Ahora que menciona este libro, sabemos que está en camino una nueva edición. 

La librería Cuesta generosamente decidió sacar la cuarta edición del libro, lo cual no tenía en planes. Yo le cedí los derechos. Ya han sido publicadas tres ediciones de 1,000 ejemplares cada una. El libro ha sobrevivido al tiempo y al parecer mantiene su vigencia como documento de consulta.

Es un documento muy valioso. 

Sí, y aunque no lo creas, mucha gente del área aún no lo conoce. El libro no ha recibido nunca publicidad pues se agota tan pronto sale, en un círculo muy reducido. Hasta ahora no había necesidad de hacerla. Pero ahora me interesa que se haga.

Quisiera que terminara esta conversación con una visión general de la situación y lo que se puede esperar. 

La comparación de la ciudad que encontramos en 1966 y la actual da una visión clara de que el programa que se ha llevado a cabo ha sido exitoso, es más, muy exitoso, hasta el punto de que la onu la declara patrimonio mundial. El programa fue bueno porque el grupo de conservadores que trabajó cohesionados alrededor del ingeniero Báez fue bueno. Ahora el gran reto es mejorar esto, conservar, revitalizar la ciudad. El éxito ha sido tal que las propiedades han multiplicado su valor, los precios de los inmuebles se han disparado y están pasando a manos de extranjeros. El peligro es que no somos rigurosos al otorgar los permisos de construcción, ni tampoco al establecer las regulaciones, pero tampoco somos generosos en los incentivos que hay que ofrecer a la gente para que la ciudad conserve el equilibrio de su diseño original.

Y, ¿dónde radica este equilibrio?

 Una ciudad es un conjunto de casas donde vive gente, que sale a sus trabajos, que recorre sus calles y sus plazas. Si se rompe el equilibrio entre vivienda, vecindario y barrios, la ciudad se desconcierta. No se puede tener una ciudad de casas de comercio, bares o, peor aún, prostíbulos, así no hay equilibrio. Mantenerlo debe ser producto de una experiencia de manejo de centros históricos. No se puede permitir que se desborde en función del turismo, que todas las estructuras se conviertan en negocios, porque la ciudad se daña y se convierte en lo que no es. Las estructuras históricas se comienzan a decorar o maquillar con ladrillos o piedras nuevas, como hay muchos ejemplos. Lo que quiero decir es que la estructura de la Ciudad Colonial son sus monumentos, sus parroquias y sus barrios, San Antón, Santa Bárbara, San Miguel, el Carmen, el Convento, en fin, es esto lo que hay que conservar.


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