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Ganar-ganar en la alianza turismo-cultura

by Melvin Peña
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La industria turística dominicana ha empezado a dar y consolidar pasos que avistan una diversificación del producto turístico, desarrollando segmentos como el turismo de golf, el turismo residencial y pequeños hoteles pensados para atraer parejas y a los amantes del ecoturismo, el windsurf, el rafting y el kiteboating. Incluso ya se está hablando de incursionar en el turismo de buceo, específicamente en Bayahíbe, zona que el año pasado consiguió la primera certificación internacional Bandera Azul para una playa dominicana. 

Seríamos muy optimistas, sin embargo, si interpretáramos estos proyectos puntuales del sector privado como parte de una estrategia nacional dirigida a diversificar nuestro producto turístico; lo mismo que seríamos muy mezquinos si no reconociéramos otras iniciativas puntuales de las nuevas autoridades, tendentes a configurar una oferta complementaria que, a partir de nuestros valores culturales, enriquezca y diferencie el destino República Dominicana frente a otros caribeños con los cuales compartimos atractivos comunes. 

Son iniciativas relevantes, dentro de este contexto, la creación reciente de la Oficina de Cultura y Turismo en la Secretaría de Estado de Cultura; los planes para desarrollar una Estrategia marca-país a través del Consejo Nacional de Competitividad, y los proyecto “Mares Unidos” y “Expomundo Cultural Puerto Plata 2005” impulsados por la Cancillería de la República junto a los hoteleros de Puerto Plata, con miras a convertir a esta provincia en un destino histórico y cultural del Caribe. De igual manera merecen ser citados la puesta en marcha de la Ruta Ecoturística y Cultural de Monte Plata, por parte del ministerio de Cultura; el programa de animación cultural “Santo Domingo de Fiesta”, de Turismo, Cultura y la Asociación de Hoteles de la capital, y el anuncio de la Secretaría de Turismo de que próximamente construirá un museo de artesanía en Santiago y emprenderá el rescate de su área monumental para convertirla en una plaza turística, histórica y cultural. 

Quisiéramos pensar que se trata de una estrategia oficial concertada entre las distintas dependencias que conforman el denominado Gabinete Turístico, con el propósito de concretar la anhelada oferta complementaria que permitirá atraer segmentos más sofisticados, con mayor poder de consumo que las masas seducidas por los bajos precios de los paraísos “todo incluido”. Una encuesta reciente realizada entre los exclusivos lectores de la revista norteamericana Smithsonian Magazine –un segmento conformado por dos millones de suscriptores de ingresos altos y con educación superior– concluyó que, después de las playas, la principal razón para visitar el Caribe es la disponibilidad de experiencias culturales. 

Un 89% de los 1,500 lectores encuestados señaló que tomaría excursiones en los destinos elegidos; un 71% visitaría pueblos fuera de los enclaves turísticos principales; un 65% visitaría museos y galerías de arte, y un 54% participaría en ferias y festivales locales. Además, el estudio señala que un 93% de los encuestados visita sitios históricos cuando vuela hasta el Caribe; un 84% investiga todo lo que puede sobre su destino antes de viajar; un 83% averigua sobre la cultura e historia mediante el encuentro con personas del lugar, visitando los principales sitios de atracción y participando de experiencias que son particulares del destino; un 76% toma en cuenta el legado cultural y las oportunidades culturales cuando planifica el viaje; y, finalmente, un 53% está dispuesto a pagar más por las nuevas experiencias. 

Es decir, existe un potencial muy atractivo y prácticamente virgen en el aprovechamiento del capital cultural de la República Dominicana, que puede ser de tanto beneficio para la industria turística como para la industria cultural, pues al tiempo que la cultura nacional agregaría valor a nuestra oferta turística, el turismo ofrecería a la cultura dominicana una vitrina para su exhibición y exportación. 

El valor que la cultura está en capacidad de agregar al turismo no sólo facilita una diferenciación y mejor posicionamiento, sino que haría a este sector menos vulnerable a la competencia de precios y menos dependiente de la estacionalidad y de las piruetas de la moneda nacional, como lo demuestra la encuesta de Smithsonian Magazine. 

La conversión de los recursos patrimoniales en productos turístico-culturales, como parte de la estrategia oficial de la gestión turística y cultural, incorporaría a la comunidad como otro gran beneficiario del turismo, y, en consecuencia, otro más de sus promotores y defensores. A la vez, el reconocimiento de la cultura como ente generador de beneficios económicos contribuiría a revalorizar y reafirmar la identidad cultural nacional y el sentido de pertenencia de los dominicanos. 

Concretamente, de la misma manera en que el auge del turismo ha servido para jalonar otras industrias nacionales, como la agropecuaria, igualmente puede convertirse en el generoso aliado que contribuya a hacer de la cultura dominicana un rubro rentable, conforme al propósito expresado por las actuales autoridades de la Secretaría de Estado de Cultura desde el principio de su gestión. El portafolio cultural dominicano incluye una amplia variedad de rubros exportables con vocación turística, pero que, a diferencia del merengue, la bachata, el béisbol y la proverbial alegría y hospitalidad de los dominicanos, permanecen escondidos ante los ojos del mundo. 

El contenido de este portafolio cultural se empieza a fraguar con los primeros habitantes de esta isla, cuyo legado cultural logró sobrevivir al rápido exterminio de los taínos por parte de los colonizadores. Sólo en las cuevas milenarias distribuidas por distintos puntos del país se encuentran cientos de pictografías y petroglifos que son un tesoro invaluable de arte rupestre, por no hablar del encanto aventurero que tienen las citadas cuevas per se para los amantes del ecoturismo o el geoturismo. Incluyamos también en la herencia indígena los aportes a la lengua, a la cotidianidad y a la gastronomía, entre otros aspectos, con suficientes elementos para conformar conceptos creativos en torno al legado aborigen. 

La herencia hispánica, por supuesto, es otro gran atractivo histórico y cultural, que tiene su expresión más tangible, en términos de promoción turística, en la Ciudad Colonial y otras múltiples primacías americanas, además de toda la historia “mercadeable” que se puede tejer en torno al encuentro de culturas que supuso la colonización. (Cuenta el argentino Roberto Occhipinti, especialista en temas de marca-país, que cada 12 de octubre el mundo pone sus ojos en la República Dominicana, en ocasión de la celebración del Descubrimiento de América o Día de la Raza. Sin embargo, nuestro país no hace nada por capitalizar esta oportunidad promocional, a pesar de que lograr minuto y medio en el canal de televisión CNN es una exposición que “no tiene precio”). Finalmente, la herencia africana, expresada a través de la gastronomía, la música y las creencias mágico-religiosas, completa un tapiz de gran potencial para la atracción turística, especialmente expresiones musicales como el baile de palos, los congos, el gagá, los guloyas, los atabales, etcétera. 

Potencial invaluable 

Lamentablemente, la República Dominicana se resiste a pensar en este “activo” desde el punto de vista del aprovechamiento turístico. Mientras tanto, sus competidores, estimulados por el éxito de la Ruta Maya, están actualmente conformando una “Ruta de la diáspora africana en el Caribe”, con miras a atraer al consumidor afro-americano. Bermuda ha tomado la iniciativa, Curaçao tiene ya su museo, Belice investiga sus raíces africanas, y ni hablar de las ex colonias inglesas y francesas, cuya negritud ha sido siempre motivo de gran orgullo. Las artes plásticas y las artesanías constituyen otro de nuestros rubros culturales con un potencial invaluable, como lo demuestra la excelente aceptación que ha tenido el Centro León –que ha llegado a impresionar hasta a los directivos del Louvre– y el hecho de que varios de los maestros nacionales gocen de reconocimiento y aprecio en el extranjero, incluso, a veces más que en su propio país. Datos del Banco Central correspondientes al año 2002, registran que el gasto de los turistas en compra de regalos (artesanías importadas, ropas, souvenirs, cigarros, ron y otros productos) ascendió a 8.5% del total de los ingresos por turismo, según refiere Sulamita Puig de González en su trabajo Industrias culturales: retos para el desarrollo cultural (Varios autores, Colección Biblioteca Cultural, Funglode, República Dominicana, 2004). “Es decir, US$197 millones, monto mayor al generado por café y cacao.

La artesanía tiene un amplio campo para desarrollarse, sobre todo si se toma en consideración que un 80% de la artesanía vendida en el mercado local es extranjera. Además de la distorsión cultural que representa, esto significa también que estamos financiando el mercado de otros países”. Los cuadros haitianos que se venden en el Malecón de Santo Domingo y en las cercanías de los resorts constituyen el mejor ejemplo de estos señalamientos de la subsecretaria de Cultura. Por otro lado, el inusual dinamismo que ha tenido en los últimos meses la producción cinematográfica y audiovisual en República Dominicana ha generado expectativas firmes de que nuestro país cuenta con una gran oportunidad para desarrollar una industria cinematográfica que, además de producir resultados “contantes y sonantes”, sería un excelente escaparate para promocionar el destino República Dominicana. En este sentido, figura en la agenda de la Secretaría de Estado de Cultura la presentación de un proyecto de Ley de Incentivo a la Industria Cinematográfica y las Artes Visuales, así como la creación del Instituto del Cine y la Televisión. Ya los primeros pasos han sido dados para la concreción de esta empresa, con la designación de los críticos de cine Arturo Rodríguez y Félix Manuel Lora como director y subdirector, respectivamente, de la Dirección Nacional de Cine. Las industrias culturales Tanto Rodríguez y Lora, como el secretario de Cultura, José Rafael Lantigua, han demostrado sobrada capacidad para hacer de la cultura un rubro económicamente rentable y para mercadear acertadamente el trabajo creativo e in­te­lectual, como lo demuestran las exitosas experiencias de la Muestra de Cine de Santo Domingo, organizada por los primeros, y la Feria Internacional del Libro de la República Dominicana, rescatada, revitalizada y reposicionada bajo la dirección del actual ministro de Cultura.

Esta capacidad organizativa y de ejecución para generar autosuficiencia y rentabilidad económica a partir de la gestión cultural es lo que hace creíble el cumplimiento de la agenda cultural para el cuatrienio 2004-2008, dirigida fundamentalmente a fomentar las llamadas “industrias culturales”. De lograrse la ejecución de esta agenda cultural, el destino turístico y la marca-pais “República Dominicana” serían grandemente enriquecidos con la creación de nuevos espacios como el Museo del Béisbol, el Museo del Carnaval, el Museo María Montés y el Museo de la Dictadura. Otros proyectos de esta agenda que están llamados a impactar positivamente al sector son la celebración de las Semanas de la Cultura Dominicana en distintas ciudades del mundo; un programa de apoyo a la artesanía, y un proyecto de murales urbanos pintados por los principales artistas dominicanos. Pero al margen de lo que está por hacerse, existe ya un conjunto de actividades que sólo habría que promocionar internacionalmente de mejor forma, el Festival de Jazz de la Costa Norte y el Festival Musical de Santo Domingo, los cuales podrían ser mercadeados a través de concesiones comerciales o mediante alianzas estratégicas con entidades internacionales de promoción, como ha ocurrido exitosamente con el St. Lucia Jazz Festival y el Black Entertainment Television. En fin, que ideas no faltan y desde ya hay una cantidad de actividades casi infinita en las cuales turismo y cultura pueden crear una alianza altamente provechosa para ambas industrias y para los dos ministerios implicados, con la participación del sector privado, ya sea en calidad de patrocinador, o de sujeto activo o creativo de acciones concertadas que tiendan a hacer de la República Dominicana un destino caribeño mucho más interesante, diferenciado, diversificado y atractivo.


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