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La literatura frente a las nuevas tecnologías

by Delia Blanco
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Un tema recurrente de nuestros tiempos: la tecnología, la lectura y los nuevos caminos de la literatura. La autora examina la cuestión llamando a los escritores a ser prudentes, vigilantes y a enfrentar la realidad con conciencia crítica. 

Se dice que el internet está revolucionando la cultura y amenazando de múltiples maneras la existencia del libro impreso, libro de contacto y tacto, hijo de Gutenberg, que vino al mundo en 1460 en Alemania como resultado de una de las mayores invenciones de la humanidad: la imprenta. 

Desde el siglo XV el libro ha sido y sigue siendo el objeto de la ficción, de la filosofía, de las religiones, de la ciencia, de la sabiduría y del conocimiento; objeto de deseo y de consumo que durante más de cinco siglos acaparó las residencias de sus amos, luciéndose como pieza única y exclusiva con cada uno de sus acompañantes, en una galería babélica de tramos y estantes que atesoraban con la mística de la Antigüedad la grandeza del pensamiento humano. 

Es la aparición de la imprenta la que lo convierte en un producto, que se construye con técnicas de procedimientos tipográficos específicos, estructuras de cuadernos, ilustraciones, búsquedas de modelos de letras. siendo la gótica de entonces preferencial, con la interpretación del espesor y el movimiento de la línea constituyente de cada letra. 

Los amantes del libro, desde su origen, hemos tocado, olido, los libros más antiguos con el olor del tiempo, porque el papel conserva el tiempo en sus páginas, ya que antes que nosotros los eruditos del Renacimiento acariciaron esas páginas y saborearon su contenido con la luz en sus ojos, encendida por Erasmo, Pascal, Fray Luis de León, Cervantes, Voltaire, Shakespeare, Diderot. El libro universal nos convocó en las mayores bibliotecas del mundo para mirarlo, admirarla y sentir la genialidad de su existencia universal, pues gracias a la imprenta su alcance fue una revolución de acceso que permitió, por ejemplo, que el Quijote ya en el siglo XVII y XVIII llegará en sus traducciones a Francia, a Alemania, a Inglaterra, como un vuelo cervantino hacia la diversidad del pensamiento universal. Por todo esto decimos que si el libro nació en su origen de la materia prima de la corteza de un árbol, de la delicadeza del papyrus, su expansión a la civilización viene de una revolución lograda por Gutenberg con la imprenta. El libro persiste y dura por su garantía técnica de difusión; insistimos: una innovación revolucionaria. 

Cierto es que el internet es una nueva oferta para el acceso al conocimiento y a la cultura, pues abre nuevas perspectivas educativas. Pero el libro está sometido a la tiranía obsesiva de la rentabilidad y de la competencia de las publicaciones fáciles y gratis que se encuentran por este dispositivo. Es indiscutible que la digitalización cuestiona la industria del libro, imponiéndole una competencia tecnológica. 

Los amantes del contacto con el papel, los incondicionales del libro, acariciado, deseado y disfrutado con amor pasional, sienten con nostalgia ciertos peligros. Las nuevas tecnologías están modificando las condiciones de acceso al conocimiento y a la lectura con propuestas de nuevas formas del libro impreso. Hoy día, un libro es un medio entre tantos más, pero es la innovación de una tecnología llamada «imprenta» la que le ha dado existencia, con una aceleración a partir del siglo XVII de la multiplicación de un mismo texto en series editoriales. 

La informática y la telemática, a partir de 1970, lanzan la videocomunicación y la videotransmisión, y desde 1980, la «videografía interactiva». La informática se convierte en denominador común de la tecnología de la información. Sea cual sea el contenido, la noción de «texto» cambia, pues desde que se traspone sobre un soporte informático se convierte en otra «entidad». En los años 90 se anunciaba la desaparición del libro, apreciación muy excesiva. Lo que debemos saber es que el libro ya no tiene su puesto de honor privilegiado, único, exclusivo, excepcional. En el siglo XXI el libro impreso es un «médium» entre muchos más; pero permanece, existe y se difunde. Su existencia no está cuestionada todavía, somos muchos los que necesitamos nuestra página de papel para conservar su magia frente a la digitalización. 

El libro impreso en papel sobrevivirá mientras se refuercen y mantengan las tradiciones de lectura, ligadas al placer de tocar y pasar sus páginas. Pero el acceso a la lectura es toda una educación que se comparte desde la casa hasta la escuela en todas sus dimensiones; del maternal hasta la universidad, es una toma de conciencia hacia el texto que puede empezar con la introducción del acercamiento al libro. En ese proceso de alfabetización en un aula donde los maestros privilegien el rincón del libro, con momentos de lectura evolutiva desde descubrir la imagen y entonces mutarla en una palabra dentro del texto, lo que llama y acude a una pedagogía preparada y construida bajo el concepto transversal del reconocimiento de la asociación de letras para comunicar «lo visto», «lo dicho» y «lo escrito». Es una pedagogía del despertar de los sentidos hacia el conocimiento y la cultura. 

Rachel Cohen, investigadora de los procesos del aprendizaje precoz de la lectura por muchos años, nos instruyó sobre este método de acceso a la palabra cuando todavía no teníamos los medios tecnológicos y todo era página y libro abierto. El método sigue vigente en las escuelas laicas de Francia, fue implantado por la investigadora del Centro Nacional de Pedagogía de todas las Escuelas Normales. En una encuesta sobre «Evolución y revolución del libro» llevada a cabo por el Centro Nacional de Investigación Científica, quedó claro que la cultura y la literatura están invitadas a convivir para poder alcanzar toda la dimensión de un texto literario en los procesos educativos, explorando todas las facilidades y complementariedades entre el libro tradicional y el libro digital buscando elementos de ampliación entre estos dos soportes que solo son un médium. 

La educación de la lectura, las motivaciones de educar hacia el conocimiento, seguirán manteniendo la cultura literaria. Gabriela Mistral reivindicó la lectura como parte de la formación de un ciudadano con identidad y educación universal con su expresión «Hacer leer, hacer leer». Entonces, si somos conscientes de que los educadores forman y educan con objetivos globales de multiplicar las lecturas y los lectores, el libro de papel y el libro digital deben y pueden convivir en una evolución que respete al texto, al autor y que, partiendo de este hecho, el alcance pedagógico se logre por encima del «médium» del texto. Tomemos un ejemplo, cuántos maestros y maestras nos pedían interpretar una fábula, una poesía, generándonos una motivación de creatividad para representar a El principito, a Platero, a Sancho Panza… Pues, gracias a la hiperescritura, con la computadora y todos los soportes digitales, el texto llega al alcance de todo aquel que necesita un contacto lúdico y creativo para «entrar en lectura». 

Las nuevas generaciones se sienten creadoras dentro del texto respetando su semántica, su construcción, pero compartiendo e integrando diversos medios interactivos. Imagínense a Platero «que viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe» …, texto que sirve para que nuestro lector nos transmita una imagen activa de ese trotecillo… con sonidos… Pues el alumno no deja de interpretar la personalidad, el espacio y la figura del sujeto, así como lo hacíamos cuando el profesor de dibujo, en un trabajo interactivo con el profesor de artes, nos llamaba a esa interpretación. En una encuesta conducida por la Universidad de Rennes, en Francia, un entrevistado declaró: «Con las nuevas tecnologías renovamos la cultura literaria gracias a la práctica digital y también la ampliamos cuando tenemos la pasión de la lectura. Pues el libro digital es inmediato». 

Todos los jóvenes necesitan un acceso rápido y muchos informan que la conexión informática permite el acceso a los libros. La tableta, la computadora, el celular, son una biblioteca a disposición permanente. Si queremos mantener la vigencia de la lectura literaria, debemos aceptar, tolerar y compartir las prácticas de la tecnología y acceder a nuevos dispositivos técnicos de la lectura creando una nueva visión literaria. 

La llegada de las nuevas tecnologías implica que el lector tenga, consciente o inconscientemente, una nueva aprehensión del texto que contribuye, a partir de los smartphones y todos los soportes tecnológicos, a una nueva visión de la literatura. La digitalización registra nuevos lectores con nuevos comportamientos y atrae al que podía sentir rechazo por obras de 600, 900 o 1,200 páginas. La digitalización reduce el sentimiento de rechazo que transmite un libro con tanta paginación; además, ofrece alternativas espaciales de lectura abierta en cualquier lugar. 

Esto merece una amplia reflexión de todos los educadores y pedagogos si defendemos la idea que «La literatura es más que literatura». Si estamos convencidos, como lo estaban nuestros abuelos y padres, de que la literatura es un mundo abierto amplio con transversalidades cognitivas inmensas, viene la noble responsabilidad de convivir con la evolución de los tiempos y aceptar, sin traicionar ni abandonar el recurso de la obra impresa y editada, que nuestro objetivo educativo de fomentar el estímulo por la cultura universal acepte y tolere el recurso tecnológico. El soporte digital ofrece una nueva versión de la lectura de un texto literario dando nacimiento a un renacer entre lectores interactivos que pueden compartir informaciones, textos escogidos, poesía y cuentos entrando así en un espacio de sociabilidad. 

Es un hecho, la práctica de la lectura en libros de papel está bajando, pero este descenso no compromete el texto; y si nuestro objetivo es «Hacer leer, hacer leer», aceptemos que las nuevas generaciones manejen sus nuevos formatos para disfrutar de la lectura. ¿Por qué́ asustarse y asombrarse de que los jóvenes utilicen la web como un espacio interpersonal de comunicación? Ellos están creando con tecnología una auténtica ágora donde se desarrollan diálogos, discusiones, comparaciones, donde lo escrito, lo dicho y lo visto se entremezclan, se interpretan y circulan en todo el planeta con una velocidad vertiginosa. Su cultura digital crea un nuevo lazo que entrega un alcance de facilidad y sencillez, permitiendo que exista una cantidad sin límite de libros en un solo soporte. Queda muy claro y esto ha sido confirmado por la Universidad de Rennes en su coloquio Evolution et revolution du libre

Ahora bien, no hay texto sin escritoras y escritores. Los internautas han reinventado nuevas formas de escritura y, por ende, un nuevo perfil de autores. De ahí nace la «twitteratura»… Dicen que bastan 140 caracteres, es decir, que estamos frente a una fragmentación del texto. Es ahí donde debemos poner toda la prudencia y vigilancia cuando ya la tecnología interviene la autenticidad de un texto. Es ahí donde está el peligro, porque la palabra es el instrumento fundamental para la literatura y la semántica, el fraseo, los nutrientes del lenguaje, de la ética y estética de un texto de ficción sin que importe el género literario. 

El estatus del escritor frente a las nuevas tecnologías llama a mucha conciencia crítica. No nos sentimos con ánimo pesimista frente a las transformaciones de los soportes de la escritura y del escritor. El libro sigue siendo un objeto vector de innovaciones y revoluciones como lo fue desde que nació gracias a la imprenta. Lo digital no es más que un médium para conducir a las generaciones del futuro hacia la lectura, la cultura, el pensamiento y la sabiduría; en una palabra, hacia la felicidad. 


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Global es una publicación de la Fundación Global Democracia y Desarrollo y su Editorial Funglode. Es una revista bimestral de naturaleza multidisciplinaria, que canaliza las reflexiones sociales y culturales, acorde con el pensamiento y la realidad actual, elevando de este modo la calidad del debate.

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