Introducción Al reflexionar sobre el tema de la tolerancia en su contexto sociopolítico, la pregunta de partida es cómo ha evolucionado este concepto en Occidente unido a la lucha por la democracia y cómo describe las dinámicas de los sujetos sociales que en ella convergen. Originado en éste y otros imperativos, la propuesta es revisar algunas modalidades de este término que han marcado hitos en la teoría y praxis democráticas. A seguidas, abordaremos el tema a partir de los resultados de la Encuesta de Opinión Pública Nacional 2004 sobre “Ciudadanía y Democracia en la República Dominicana (opn-rd)”,1 realizada por el Instituto Nacional de Opinión Pública (inop), adscrito a la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode). En este caso, la población estudiada se ha clasificado en dos grupos: “Tolerantes” e “Intolerantes”, categorías que permitirán observar la relación entre éstos y su grado de participación ciudadana. Simultáneamente, se describe la relación entre ambos grupos y las distintas variables demográficas y socioeconómicas medidas.
Tras una exhaustiva búsqueda de antecedentes, sorprende que de la numerosa cantidad de artículos, ensayos y estudios empíricos escritos sobre democracia durante la última década, pocos hayan incorporado el concepto tolerancia en su marco categorial. Tal carencia justifica el abordar este objeto desde otros puntos de vista. Existen dos estudios que se consideran pioneros en su tratamiento:
La Encuesta Nacional de Cultura Política y Democracia (Demos 2004), titulada La democracia vulnerable: insatisfacción y desconfianza (1994- 2004), la cual fue llevada a cabo por las investigadoras Ramonina Brea, Isis Duarte y Mitchell Seligson. Este estudio relaciona la “tolerancia política” con el grado de apoyo al “sistema político” por parte de los dominicanos. La encuesta del Centro de Investigaciones y Estudios Sociales (cies), titulada Estado de la democracia en la República Dominicana (2004), realizada por los investigadores Wilfredo Lozano y Ramón Tejada Holguín, estudio que persiguió medir el grado de tolerancia política y social de la ciudadanía y su impacto en el régimen democrático dominicano. Para las ciencias social y política contemporáneas, la tolerancia es un concepto de vital importancia. En esencia, destacados estudiosos la definen como una de las bases de la democracia. En el país, podría decirse que este tema apenas comienza a suscitar el interés de los investigadores. 2. Sentidos y momentos históricos del concepto Paradójicamente, la tolerancia es a la vez uno de los valores más “antiguos” y más “actuales” en lo concerniente a la manera de asumir y vivir la democracia en Occidente y en el mundo. Esta afirmación cobra validez como consecuencia de las valoraciones de eminentes pensadores políticos de la actualidad, y también por los numerosos ejemplos que observamos a nuestro alrededor de conflictos enraizados en la intolerancia, la cual conlleva un déficit de capacidad de reconocimiento del “otro/a”.
Esto podría entenderse en virtud de que la tolerancia es el valor mediante el cual se promueve y sostiene la convivencia pacífica de los seres humanos en las distintas dimensiones sociales: política, económica, cultural, etc. La posibilidad de convivir pacíficamente requiere la capacidad de ejercer la tolerancia, basándose en el reconocimiento recíproco entre seres humanos que de ese modo devienen ciudadanos activos. En síntesis, podría decirse que la tolerancia es el nivel mínimo de entendimiento entre actores que convergen en las dinámicas sociales. Norberto Bobbio, importante politólogo y teórico del Derecho, escribía en su texto El futuro de la democracia lo siguiente: “Si la democracia es, predominantemente, un conjunto de reglas de procedimiento, ¿cómo puede pretender contar con ‘ciudadanos activos’? Para tener ciudadanos activos, ¿no se necesitan acaso ideales? Por supuesto que se necesitan ideales. ¿Cómo no advertir las grandes luchas ideales (sic) que produjeron tales reglas? ¿Tratamos de enumerarlas? ”El primero que nos sale al encuentro después de siglos de crueles guerras de religión es el ideal de la tolerancia. Si hoy existe una amenaza para la paz del mundo, ésta viene una vez más del fanatismo, o bien de la ciega creencia en la propia verdad y en la fuerza capaz de imponer la. Huelga dar ejemplos: los tenemos cada día ante nuestros ojos.”2
Estas palabras tienen resonancias proféticas a la luz de los múltiples conflictos (sociales, cultura les, religiosos, internacionales, etc.) del presente. Señalar el terrorismo y lo que éste nos dice sobre los obstáculos contra la construcción de puentes de reconocimiento recíproco entre sujetos de di ferentes mundos políticos, culturales, religiosos y nacionales, no es difícil.
¿Pero qué decir del desafío representado por el “multiculturalismo” hoy?
Sin duda este fenómeno deberá ser encarado por el país de manera creativa, digna y respetuosa de los derechos humanos para seguir siendo parte del concierto de naciones democráticas y abiertas, en un contexto en el cual confluyen la migración haitiana, entre otras corrientes migratorias (cubana, norteamericana, española y otros orígenes euopeos y latinoamericanos), y una pujante industria turística que expone cada vez más a la República Dominicana a contactos culturales diversos. Para comprender estos temas en el contexto de la vida en democracia este ensayo hará un es fuerzo por sintetizar la diversidad de significados atribuibles a la palabra tolerancia. También se revisarán tres momentos históricos del concepto en Occidente.
Dos significados cualitativamente divergentes podrían reunir los diversos sentidos del término tolerancia. El primero es el que la asocia con la capacidad humana de aceptar resignadamente el sufrimiento. Éste arrastra cierto sentido estoico que haría referencia a una actitud de sobrellevar el sufrimiento por una circunstancia o condición que escapa al control del ser humano.
Una versión más suave de esta noción es la que asocia la tolerancia a estados de ánimo que pre dispondrían a las personas a aceptar, sin mostrar desacuerdo ni molestia, ideas y comportamientos distintos a los de ellas.
Este concepto, en sus versiones dura y suave, no es compatible como valor con los supuestos de la democracia que, si bien requieren la voluntad de negociar con los demás las condiciones de re producción de la convivencia humana, no admite la aceptación del dolor y del sufrimiento deriva dos de estas condiciones como imposición de la voluntad de unos sobre otros.
El segundo significado de tolerancia está re ferido a una acción afirmativa y permisiva de aceptación y reconocimiento del otro. En este significado el término “reconocimiento” juega un papel clave, pues por un lado remite a la fi losofía del derecho de Hegel, basada en este ele mento como medio de la eticidad que impregna las relaciones entre los seres humanos cuando se disponen a convivir en sociedad y realizar en el Estado la idea del bien común, y por el otro remite a las actuales “políticas de reconocimiento” consideradas como el instrumento más idóneo para incorporar el multiculturalismo en el es quema ideológico del régimen democrático-libe ral moderno.3
Por supuesto, el segundo significado es el más coherente con las bases normativas e ideológicas de la democracia.
La otra vía de acceso al esclarecimiento del concepto de tolerancia es el recorrido de su desenvolvimiento histórico, revelando su vinculación íntima con el desarrollo de la idea democrática y con su concreción en prácticas sociales, culturales y políticas. Se pueden distinguir tres momentos de esta trayectoria:
• La tolerancia en el campo religioso.
• La tolerancia en el campo de lo político e ideológico.
• La tolerancia en el campo de lo político cultural.
Debemos advertir que estos momentos son más conceptuales que temporales: apenas mues tran una precedencia de uno sobre el otro, pero no supone que la emergencia de un momento deja atrás completamente al anterior, pues en las sociedades modernas se reescenifican y resignifican de manera constante y, a veces, contradictoria.
1) El ámbito religioso es el primero donde la noción de tolerancia emerge en la historia de Occidente, cuando entre los siglos XIV y XVII las guerras religiosas en Europa determinan en términos religiosos. La única tía de la imparcialidad de ésta en términos religiosos. La única condición que podía hacer que tía de la imparcialidad de ésta en términos religiosos. La única condición que podía hacer que un grupo religioso fuera intolerable ante la autoridad era la intención de perjudicar al gobierno.4 Esta idea de tolerancia estaba arraigada en la noción de “libertad de conciencia”, que es afín a la de “libertad de expresión” y que sirvió de puente para la emergencia del segundo momento del concepto.
2) Este segundo periodo comprende los siglos XVIII y XIX. Durante este tiempo la tolerancia dejó de ser un precepto moral y pasó a constituirse en norma jurídica fundamental del Estado de Derecho. Con ello, se convirtió en principio de aceptación y articulación de las diferencias políticas. Esto significó la consolidación de la libertad y la asunción de que no es admisible una verdad política absoluta. ron la ruptura del cristianismo obligaron a las sociedades y estados a negociar la convivencia religiosa, civil y política al precio de separar la política de la religión, y la autoridad secular de la autoridad religiosa. Este resultado tiene muchos pioneros ideológicos en el pensamiento europeo –por ejemplo, Marsilio de Padua, Tomás Moro y Erasmo de Rótterdam–, pero el aporte más relevante fue dado por John Locke, cuando argumentó en su Ensayo sobre la tolerancia, de 1667, y su Carta sobre la tolerancia, de 1689, la necesidad de separar el ámbito de la vida civil del de la religión, postulando que la diversidad de creencias religiosas no era en sí y por sí condenable, ni admitía daño por parte de autoridad civil alguna a la persona de creencia religiosa “diferente” a la mayoritaria u oficial. Por otra parte, argumentaba a favor de la secularización de la autoridad política como garan De esta manera, habría entonces que reconocer diversas verdades, que ya bien sea por interés o por condicionamiento cultural, habitaban en el mundo político y en otras esferas de la vida. Como diría el filósofo y politólogo Norberto Bobbio: no se trata de un universo único de ideas y comportamientos, sino de un “multiverso”, de ahí que, en consecuencia, se requiera la tolerancia como norma.
3) Este momento, que va desde el siglo XIX hasta nuestra actualidad, está marcado más que los anteriores por el reconocimiento como operación constitutiva de la tolerancia; en la medida en que grupos con identidades culturales específicas, no inmediatamente asimilables en lo que Kymlicka llama “cultura societal” emergen en el escenario político, reclamando el reconocimiento de sus particularidades.6 Después de revisar este marco histórico, conviene reflexionar, pues, de qué tolerancia hablamos en el país, cuando se evalúa el grado de ésta entre la población ante acciones de los/as otros/as. También es necesario tener una idea del perfil socio-demográfico de las personas tolerantes e intolerantes, saber quiénes participan y cómo participan. Este es nuestro propósito al examinar la información arrojada por la Encuesta Nacional de Opinión Pública 2004. Este análisis permitirá explorar respuestas a la pregunta de si la sociedad dominicana ostenta una “cultura societal” lo suficientemente plural y abierta.
3. La tolerancia en el escenario de la democracia dominicana
La Encuesta de Opinión Pública Nacional República Dominicana 2004 (opn-rd 2004) es uno de los antecedentes empíricos que permite describir el grado de tolerancia de la población dominicana ante organizaciones o grupos que se propongan las siguientes acciones:
•Realizar acciones religiosas extremistas.
•Derrocar al gobierno por la fuerza.
•Promover la discriminación racial.
•Promover la discriminación étnica.
•Defender los derechos de los homosexuales.
•Defender los derechos a la práctica del aborto.
•Defender los derechos de las trabajadoras sexuales.
•Defender los derechos de los infectados de sida.
•Promover la representación local de los haitianos en la República Dominicana.
Mediante un instrumento estructurado de recolección de datos se pidió a los entrevistados que expresaran si debe o no permitirse que organizaciones o grupos movidos/as por estos intereses se manifiesten públicamente. En general, los resultados indican que la población dominicana se sitúa en una escala que va de moderadamente tolerante a intolerante en lo que atañe a estos temas. En suma,la mayoría (59.0%) estuvo de acuerdo con que estas manifestaciones no deben permitirse. Por el contrario, una minoría (41.0%) significativamente distinta consideró que estos grupos podrían manifestarse públicamente. Para facilitar la comprensión y descripción del fenómeno de la tolerancia, hemos decidido calificar como “intolerantes” a los primeros y “tolerantes” a los segundos.8 Para ver esto en detalle, observemos los resultados para cada actividad. Los datos muestran, por ejemplo, que una elevada proporción de personas se mostró reticente a que grupos orientados a derrocar al gobierno por la fuerza (83.2%) se manifiesten públicamente. Una parecida proporción rechazó las manifestaciones públicas de organizaciones que promueven la discriminación racial (82.0%), seguida por los segmentos que rechazaron a los grupos promotores de la discriminación étnica (78.7%) o que defienden el derecho al aborto (77.0%). En comparación, proporciones menos elevadas de la población se opusieron a que organizaciones que defienden los derechos de las trabajadoras sexuales (56.7%), los derechos de los homosexuales (57.7%), los que promueven el extremismo religioso (56.4%), los que promueven la representación local de los haitianos (55.4%) y los que defienden los derechos de los infectados de sida (26.7%), se manifiesten públicamente.
En términos generales, los resultados del estudio revelan que el grado de intolerancia descrito se encuentra presente en la ciudadanía dominicana sin importar género, edad, estado civil, religión, grado de escolaridad, lugar de residencia en la geografía nacional ni el estrato socioeconómico al que se pertenezca.9 No obstante, el análisis descriptivo realizado permite aventurar la hipótesis de que, a mayor edad de los ciudadanos, corresponda un incremento del grado de intolerancia. Es así como entre los jóvenes de 18 a 34 años de edad existe un 54.2% que no toleraría manifestaciones públicas como las evaluadas por el estudio. Este porcentaje se incrementa entre los adultos de 35 a 54 años (61.4%) y entre los envejecientes de 55 años o más (64.8%). Al examinar otras posibilidades, hemos descubierto que en este nivel de análisis porcentual los denominados intolerantes pueden describirse en función de su grado de participación social y no basándose en las variables demográficas y socioeconómicas antes citadas. La Encuesta opn-rd 2004 evaluó 15 aspectos relativos a la participación ciudadana, los cuales listamos a continuación.
• Firmar una petición o documento de demanda pública.
• Boicotear productos específicos por razones políticas y éticas.
• Participar en un movimiento de masas o protestas públicas.
• Asistir a reuniones, marchas o concentraciones políticas.
• Contactar a un representante político o funcionario público para expresar opiniones.
• Promover o participar en una actividad de recaudación de fondos para una actividad social o política.
• Contactar o aparecer en un medio de comunicación masiva para expresar puntos de vista sobre determinado tema.
• Formar parte de un foro de discusión política en Internet.
• Participar en acciones tales como apresamiento de ladrones, evitar un secuestro u otras acciones para restaurar el orden en ausencia de las autoridades competentes.
• Participar o asistir a vistas publicas, discusión de leyes en el Senado.
• Realizar acciones de observador en procesos electorales
• Participar en proyectos comunitarios o barriales.
• Dejar de laborar por apoyar una huelga barrial o general.
• Donar sangre.
• Inscribirse en un programa de donación de órganos.
Para evaluar cada uno de estos aspectos se pidió a los entrevistados que expresaran si han participado o participarían en actividades como las señaladas arriba. En general, los resultados sugieren que la población dominicana es poco participativa desde el punto de vista de estas acciones. En síntesis,10 la mayoría (77.0%) dijo que bajo ninguna circunstancia participaría en estas actividades o que podría considerarlo en el futuro. En contraste, una minoría (23.0%) manifestó haber participado en acciones como éstas. Al relacionar el número de intolerantes y de tolerantes con respecto a su grado de participación ciudadana hemos descubierto que el 85.6% de los ciudadanos intolerantes no son participativos. Esto sucede también con el 62.0% de los tolerantes. Los 15 aspectos usados en el estudio para evaluar el grado de participación ciudadana fueron divididos en dos dimensiones de análisis. La primera aglutina actividades que, en general, son de difícil acceso o que aún no se han acentuado en la República Dominicana como formas de manifestar iniciativas sociales y políticas en la mayoría de las personas.
A éstas las hemos denominado “Formas Emergentes de Participación Ciudadana”. La segunda agrupa actividades que son percibidas y usadas como formas de participación o manifestación de iniciativas sociales y políticas. A éstas las hemos llamado “Formas Imperantes de Participación Ciudadana”. En cuanto a las Formas Emergentes de Participación, el 96.4% de los intolerantes manifestó que no participaría en un programa de donación de órganos. Así lo afirmaron en cuanto a la posibilidad de formar parte de un foro de discusión política en Internet (94.7%), boicotear productos específicos por razones políticas y éticas (90.8%), presentarse en un medio de comunicación masiva para expresar puntos de vista particulares (90.8%), participar o asistir a vistas públicas, discutir leyes en el Senado (90.4%), firmar una petición o documento de demanda (89.4%) y sobre la posibilidad de participar en programas de donadores de sangre (85.9%). En cuanto a las Formas Imperantes de Participación, el 85.9% de los Intolerantes manifestó que no participaría en apresamiento de ladrones ni llevaría a cabo acciones para restaurar el orden en ausencia de las autoridades competentes (85.5%). Así lo afirmaron otras proporciones relativamente más bajas que las registradas en las Formas Emergentes, ante la posibilidad de dejar de laborar para apoyar una huelga barrial (84.6%), participar en un movimiento de masas o en una protesta pública (79.9%), trabajar como observadores en procesos electorales (79.7%), contactar a un representante político o funcionario público para expresar sus opiniones (76.3%), promover actividades de recaudación de fondos para una actividad social (71.6%), desarrollar proyectos comunitarios (63.8%) y asistir a reuniones, marchas o concentraciones políticas (58.7%). Esta distribución de resultados advierte que a mayor consolidación de las nuevas formas de participación ciudadana en el escenario de la democracia dominicana, los Intolerantes tenderían a ser más participativos.
A manera de conclusión
El presente artículo está basado en un marco teórico que define la tolerancia como la base de la democracia. En este sentido, la vida moderna en democracia se explica basándose en su sentido de aceptación y reconocimiento del otro; imperativo de eticidad en la búsqueda del bien común que permitiría incorporar el multiculturalismo en el esquema ideológico del régimen democrático-liberal moderno. En términos históricos, proponemos tres vías de acceso al esclarecimiento del concepto tolerancia. Éstas representan momentos históricos que permiten abstraer prácticas sociales, culturales y políticas de la democracia. El primero es el de la tolerancia en el campo religioso (desde el siglo XIV hasta el XVII). Durante este periodo el concepto aparece en Occidente. Se caracterizó por la necesidad de separar el ámbito de la vida civil del de la religión y por ideales de aceptación de la diversidad religiosa y la secularización de la autoridad política. El segundo momento es el de la tolerancia en el campo de lo político-ideológico (desde el siglo XVIII hasta el XIX). Durante este momento la tolerancia pasó de ser un precepto moral a una norma jurídica fundamental del Estado de Derecho, convirtiéndose en principio de aceptación y articulación de las diferencias políticas. Ya el tercer momento es el de la tolerancia en el campo de lo político-cultural (desde el siglo XX hasta la actualidad). Es en éste donde grupos con identidades culturales específicas logran emerger en el escenario político, reclamando el reconocimiento de sus particularidades. Más específicamente, al analizar los resultados de la Encuesta Nacional de Opinión Pública 2004 sobre democracia y ciudadanía, hemos descubierto que en la República Dominicana se registra un grado de tolerancia moderado y cercano a la intolerancia.
Más aún, los niveles de tolerancia o intolerancia, tipificados en grupos de tolerantes, equivalentes al 59.0% de la muestra estudiada, e intolerantes, equivalentes al 41.0%, según un análisis estadístico descriptivo de los resultados, indica que la ciudadanía dominicana es relativamente intolerante sin importar su sexo, edad, estado civil, religión, grado de escolaridad, lugar de residencia en la geografía nacional ni el estrato socioeconómico al que pertenezca. Se observó que los tolerantes tienden a registrar porcentajes significativamente más altos de participación ciudadana que los intolerantes, tanto en las Formas de Participación Ciudadana Emergentes como en las Imperantes; encontrándose estas variables entre las que mejor explican el comportamiento de tolerantes e intolerantes en la República Dominicana. En conclusión, los avances de este análisis advierten que la sociedad dominicana no es ni tan plural ni tan abierta como se podría desear a la luz de un “ideal de tolerancia”: valor básico del pluralismo, punto de entendimiento entre los distintos actores que convergen en las dinámicas sociales ¡Bienvenidos a la edificación de la plural residencia del ser humano y su modernidad
Agradecimientos
Expresamos un profundo agradecimiento al Doctor Carlos Dore Cabral, director de Investigación de la Fundación Global Democracia y Desarrollo, por motivarnos en el desarrollo de esta empresa intelectual, al doctor Francisco Cáceres, director del Departamento de Encuestas de la Oficina Nacional de Estadísticas (one) de la República Dominicana, por sus oportunas ideas, y al doctor Carlos Muñoz, asesor internacional en materia de investigación, por su lectura crítica y sugerencias en el análisis estadístico.
Bibliografía
Bobbio, Norberto, El Futuro de la Democracia, Plaza y Janés, España. Brea, Ramonina, Isis Duarte y Mitchell Seligson, La Democracia Vulnerable: Insatisfacción y Desconfianza (1994-2004). Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Centro Universitario de Estudios Políticos y Sociales (CUEPS). Centro de Estudios Sociales y Demográficos (CESDEM). Santo Domingo, República Dominicana, 2005. Cisneros, Isidro, Tolerancia y Democracia, Instituto Federal Electoral, México, 2001. Versión digital: . Dore, Carlos, Leopoldo Artiles, Francisco Cáceres y Pedro Ortega, Ciudadanía y Democracia en la República Dominicana: Encuesta de Opinión Pública Nacional 2004, Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode)/Instituto Nacional de Opinión Pública (inop). Santo Domingo, República Dominicana, 2006. Kymlicka, Will, Politics in the Vernacular: Nationalism, Multiculturalism, and Citizenship. Oxford University Press, New York, 2001. Locke, John, Carta sobre la Tolerancia. Mestas Ediciones, Madrid, 2001. Lozano, Wilfredo y Ramón Tejada Holguín, Estado de la Democracia en la República Dominicana. Informe Ejecutivo, Centro de Investigaciones y Estudios Sociales, Universidad Iberoamericana (UNIBE), 2004. Walzer, Michael, Tratado sobre la Tolerancia, Editorial Paidós, Barcelona, 1988.
Notas
La Encuesta opn-rd fue realizada en septiembre de 2004. Metodológicamente, se realizó sobre la base de una muestra de 1,972 entrevistas efectivas que fueron aplicadas directamente (cara a cara) en hogares a personas de 18 o más años de edad. La muestra fue seleccionada utilizando el Marco Maestro de Muestreo del VIII Censo de Población y Vivienda llevado a cabo por la Oficina Nacional de Estadísticas en el año 2002. Es una muestra probabilística y representatividad a escala nacional, con un error = 2% y un nivel de confianza = 95%. Se estratificó en tres dominios geográficos: 1) Santo Domingo (Distrito Nacional-Provincia de Santo Domin- 66 go),2) Resto Urbano y, 3) Resto Rural. El instrumento de recolección de datos, cuya versión original fue redactada en inglés, fue comprobado mediante una rigurosa aplicación de pruebas cognitivas en grupos focales. El trabajo de campo fue sometido a estrictos controles de calidad. Para el procesamiento y análisis de los datos se utilizó el Statistical Package for the Social Science (SPSS). El Anexo 2 del “Informe Ciudadanía y Democracia en la República Dominicana 2004” (Dore, Artiles, Cáceres, Ortega) provee estas informaciones en detalle. 2 Norberto Bobbio (1985). El Futuro de la Democracia. España: Plaza y Janés, p.48. 3 La elaboración de este argumento se apoya –aunque no deriva– de nuestra lectura de los siguientes textos: Michael Walzter (1998): Tratado sobre la tolerancia, Barcelona: Paidós; Isidro Cisneros (2001): Tolerancia y democracia, México: Instituto Federal Electoral (Versión digital: ). 4 En este sentido, vale la pena señalar que Locke mismo no supera ciertos límites de intolerancia dictados por su adaptación a las circunstancias político-religiosas de su época, que manifiesta en las dos excepciones a la tolerancia religiosa que recomendaba: ser católico o ateo. En el caso de los católicos (papistas), expresa: “1) Los papistas y todos los hombres tienen derecho a la tolerancia del culto religioso y de las opiniones especulativas y, 2) Los papistas no tienen derecho a la tolerancia, porque han asumido como verdades fundamentales en su religión algunas opiniones que son incompatibles con cualquier gobierno distinto al del papa y lo destruyen”. Esbozo del ensayo sobre la tolerancia en John Locke (2001).
Carta sobre la tolerancia. Madrid: Mestas Ediciones, p.123. 5 Isidro Cisneros, Op. Cit., p.13. 6 Kymlicka ofrece la siguiente definición del término “cultura societal”: “Por cultura societal yo entiendo una cultura territorialmente concentrada, centrada en un lenguaje compartido que es usado en un amplio rango de instituciones societales, tanto en la vida privada como en la pública (escuela, medios de comunicación, ley, economía, gobierno, etc.). Le llamo cultura societal para enfatizar el hecho de que ella envuelve un lenguaje e instituciones sociales comunes, y no creencias religiosas comunes, ni costumbres familiares ni estilos de vida personales. Las culturas societales en una moderna democracia liberal son inevitablemente pluralistas, involucrando cristianos y musulmanes, judíos y ateos; heterosexuales y homosexuales; profesionales urbanos y productores rurales; conservadores y socialistas. Tal diversidad es el resultado inevitable de los derechos y libertades garantizadas a los ciudadanos liberales, particularmente cuando se combina con una población étnicamente diversa”. (Traducción de LA. y PO.) Will Kymlicka (2001). Politics in the Vernacular: Nationalism, Multiculturalism, and Citizenship. New York: Oxford University Press, p.25. 7 Los nueve (9) aspectos que persiguen conceptuar la tolerancia fueron medidos sobre la base de una escala semántica de cuatro (4) puntos, en la que uno (1) significa “Terminantemente no debe permitirse”, dos (2) “No debe permitirse”, tres (3) “Debe permitirse” y cuatro (4) “Definitivamente debe permitirse”. Para los fines del análisis se creó una variable dicotómica que suma las categorías uno y dos (“Intolerantes”) y, paralelamente, las categorías tres y cuatro (“Tolerantes”). 8 Según la prueba Chi-Square, los Tolerantes y los Intolerantes son significativamente distintos al 56.6% con un grado de libertad y una significación estadística de 0.000. Asimismo, son significativas las diferencias porcentuales registradas en las nueve (9) variables diseñadas para medir la tolerancia.
Esta situación es distinta cuando estos grupos (Tolerantes vs. Intolerantes) se observan en función de las distintas variables demográficas y socioeconómicas estudiadas. Según la misma prueba, en este escenario analítico la relación existente entre las categorías de estas variables, con respecto a estos dos grupos, es baja. 9 Mediante la prueba estadística Chi-Square observamos que no existen diferencias estadísticamente significativas entre las categorías de las variables demográficas y socioeconómicas medidas en la Encuesta opn-rd 2004 y los grupos de Tolerantes e Intolerantes. Los resultados de esta prueba no exceden el 13% para los respectivos grados de libertad y pruebas de significación de estas variables. 10 Los 15 aspectos que persiguen conceptuar la participación ciudadana fueron medidos según una escala semántica de cuatro puntos, en la que uno (1) significa “Bajo ninguna circunstancia participaría”, dos (2) “Podría considerarlo en el futuro”, tres (3) “Ha participado en el pasado” y cuatro (4) “Ha participado activamente durante el año 2003”. Para los fines del análisis se creó una variable dicotómica que suma las categorías uno y dos (“No Participativos”) y, paralelamente, las categorías tres y cuatro (“Participativos”).
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