GLOBAL N° 03 / Octubre - Diciembre, 2004
Las cosas de la ética.
Con los cambios políticos globales que se produjeron a finales de los 80, la ética comenzó a entrar en un proceso por el que adquirió una significación diferente y que desencadenó en la necesidad de normas que estén presentes en todos los ámbitos (públicos y privados) del hombre. La paradoja de esta cuestión en el caso de la República Dominicana es que este proceso se ha movido y se mueve sin que se observe en el país (pre)ocupación alguna por indagar y explicar el por qué de ese interés por la ética, qué factores componen ese (re)nacimiento de la moral y de qué valores y normas se habla, cuál es su naturaleza y cuál su lógica. Los paquetes de recomendaciones para iniciar o fortalecer procesos de democratización en los países en vías de desarrollo, realizados desde agencias mul-tilaterales y gobiernos del primer mundo, contienen elementos propios de lo que puede llamarse moral política: programas anti-corrupción, medidas que garanticen la transparencia, reglas que presidan una pulcra objetividad en las relaciones del Estado con la sociedad, etcétera.
La República Dominicana no escapa a esa ola de revitalización de las normas del buen proceder. En ella comienza entonces la instalación -apoyada en donaciones internacionales- de proyectos para adecentar la vida pública, des-de la sociedad civil, los empresarios o las iglesias, hasta la prensa. Su ámbito es la política, la necesidad de erradicar la corrupción de los partidos y del Estado.
En ese lapso, sin embargo, los valores y normas morales de la nación se han visto seriamente afectados por el cre-cimiento de la corrupción pública, que se ha ampliado también a sectores privados, y por la expansión del comercio y el uso de las drogas, acompañados de delincuencia y violencia. La reacción frente a ese deterioro de la ética ha sido doble. De una parte, se ha producido un reforzamiento en la exigencia de demanda de reglas y controles éti-cos; de la otra, se ha hecho evidente la existencia cada vez mayor de actividades filantrópicas dirigidas a paliar las secuelas sociales que produce el deterioro moral en áreas del Estado y de la sociedad. Sin embargo, el tema de la ética, como el del poder, es de gran discusión aquí, pero en términos muy limitados.
La moral sólo aplica para la corrupción y específicamente la corrupción política, por lo menos hasta la reciente cri-sis bancaria, cuando se incluyó también al sector privado. El resto de las actividades humanas y los espacios que no son los partidos y el Estado están exentos de ser considerados sujetos de las reglas morales. Si se quiere encauzar correctamente esta nación en términos de los valores que deben normar la vida de los individuos, los grupos, las instituciones que la componen, en fin, de toda la sociedad, hay que buscar respuestas a las preguntas anteriores mediante una discusión conceptual y factual sobre las cosas de la ética.