Revista GLOBAL

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GLOBAL N° 23 / Julio - Agosto, 2008

Elecciones.

 

El triunfo del doctor Leonel Fernández Reyna en las elecciones pasadas no dejó lugar a ninguna duda. Contrariamente a otras ocasiones en las cuales el gobernante retuvo el poder, esta vez no pudo argumentarse el uso de triquiñuelas y mañas fraudulentas por parte del candidato-presidente.

 

En la República Dominicana moderna, por primera vez un presidente se lanza a la reelección y recibe el respaldo masivo del pueblo; y no cualquier apoyo, sino uno que lo condujo a reelegirse en la primera vuelta con un 54% de los votos, cifra frente a la cual fue imposible montar la consabida crisis que seguía a todos los procesos reeleccionistas anteriores.

 

Así sucedió con el doctor Joaquín Balaguer, quien se reeligió fraudulentamente en cuatro ocasiones, y fue tal el tamaño de la última crisis que obligó a introducir serios cambios en el sistema político y a reducir ese periodo de gobierno a solo dos años. Hipólito Mejía también intentó reelegirse, pero una correcta organización de las voluntades en su contra y la presencia de monseñor Agripino Núñez Collado en la Junta Central Electoral contuvieron los amagos de fraude en marcha.

 

En los recientes comicios, las razones esgrimidas contra el doctor Fernández se situaron fuera del proceso de votación. Todas esas acusaciones se pueden resumir en un solo vocablo técnico: clientelismo. Pero, ¿qué hacía el resto de los candidatos? Apabullar con el uso y el abuso del clientelismo sin tener en cuenta los viejos debates, con los cuales se lograban fórmulas que permitían arribar a políticas sociales que abrían brechas al desarrollo; y, muy importante, tampoco consideraban que el Gobierno, al ofrecerlas (o ponerlas en práctica), actuaba sin perder de vista las condiciones reales del país.

 

El candidato reformista comenzó su campaña con la atractiva divisa “el candidato de los pobres”. Pero la usó mal. La redujo al simple reparto de alimentos, sin agregar prácticamente nada a ese clientelismo puro y simple que no fuera la manera indigna en que lo realizaba.

 

Por otro lado, una gran parte de las tareas de Miguel Vargas Maldonado consistió en tratar de imitar las medidas sociales implementadas y ofrecidas por el candidato del PLD; pero, aparte de la falta de luces reflejada en la imitación, cuando no se trataba de simple clientelismo, las propuestas eran demagógicamente exageradas.

 

El líder del PLD aceptó el reto de la realidad y se comportó a la altura de sus reclamos.

 

¿Cómo se distanciará, debidamente, de eso? Si la política es abierta, se debe a que añoramos una cosa y a veces tenemos que hacer la que parece su contraria. Pero confiamos en que, como casi siempre, ahora también saldremos airosos. Lo importante es que Fernández Reyna estableció un precedente en los procesos electorales dominicanos y, como tal, Global no puede dejar de comenzar a analizarlo. En este numero puede leer, de Carlos Dore Cabral, “PLD versus PRD: ¿Cuál gano?”; de Marcos Villamán, “Conservadores, clientelitas y asistencialistas: reflexiones en cuatro tiempos”; de Ramón Tejada Holguín, “La transición del liderazgo y la legitimidad en el centro de la espiral clientelista”, y de Eduardo A. Gamarra y Mauricio de Vengoechea, “¿Por qué gano Leonel Fernández? Un análisis de las elecciones dominicanas del 16 de mayo de 2008”.

Artículos de esta revista

Global es una publicación de la Fundación Global Democracia y Desarrollo y su Editorial Funglode. Es una revista bimestral de naturaleza multidisciplinaria, que canaliza las reflexiones sociales y culturales, acorde con el pensamiento y la realidad actual, elevando de este modo la calidad del debate.

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